Antxón Sarasqueta. Entrevista (1)

Periodista, escritor, investigador, y consultor, Antxón Sarasqueta es desde 1992 presidente fundador de la consultora de nuevos modelos y sistemas de información, Multimedia Capital. Desde 2003 es miembro del Consejo Social de la Universidad Complutense de Madrid y presidente de la Comisión de Convergencia Europea (Espacio Europeo de Educación Superior -EEES). Es miembro del Consejo Editorial de Nueva Revista de la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR), y de órganos directivos de instituciones de política internacional, como la Fundación de Política Exterior (INCIPE), la Asociación Atlántica, y la fundación The New Atlantic Initiative (Washington). Es miembro de la Association for Computing Machinery (Nueva York). Durante quince años ha sido miembro de la Comisión Trilateral, fundada por David Rockefeller. Ver su blog Antxón Sarasqueta.

 

 José María Marco – Vamos a empezar por el periodismo. ¿Cómo fueron tus primeros pasos en la profesión? ¿Cómo decidiste que querías ser periodista?

Antxón Sarasqueta – Tuve una vocación muy temprana por el periodismo que desde el principio fue convirtiéndose en pasión por la información. Además de ejercer la profesión periodística durante cuarenta y cinco años, es lo que me ha llevado a estudiar e investigar científicamente desde joven la información como principal materia de lo que estamos constituidos, la vida y los seres humanos. Sin información no podríamos vivir. Es un recorrido que he plasmado en mi último libro publicado por la Universidad de Navarra (Editorial EUSA): Somos Información. La nueva ciencia de lo intangible.

Pero volviendo al principio debo decir que cuando empecé a colaborar con la Agencia Colpisa en Madrid, a principios de los años setenta, obtuve el mejor consejo de su director y gran periodista, que ha sido uno de mis grandes amigos, Manu Leguineche: “Vete a Londres o Nueva York porque tus ideas y modelo periodístico es el modelo anglosajón”, me dijo. Y eso hice. Me fui a Londres en 1973 y me enrolé en la delegación de la Agencia EFE, situada en la entonces mítica calle de Fleet Street, zona en la que se agrupaban todos los grandes medios de comunicación.

Una experiencia de seis años, hasta 1979, que me permitió no solo conocer en profundidad el periodismo anglosajón, sino el ser de la democracia liberal. Porque asistía como corresponsal a los debates del Parlamento de Whitehall y disfrutaba de esos enfrentamientos a cara de perro entre gobierno y oposición, pero cumpliendo siempre las formas y la cortesía que hacían que cuando un ministro es interrumpido por un diputado que se levanta para rebatirle desde su asiento, el ministro o portavoz se sientan. Y ese sistema electoral en el que cada candidato tiene que ganarse su circunscripción local para poder serlo.

En ese tiempo tuve la fortuna de conocer a primeros ministros como el socialista Harold Wilson, cuyo primer encuentro fue en la embajada de España cuando era embajador Manuel Fraga Iribarne, y a Margaret Thatcher en su carrera al liderazgo del Partido Conservador y luego a primera ministra durante once años. Colaborando más tarde con ella y con el intelectual y presidente checo, Vaclav Havel, y con un centenar de intelectuales europeos y norteamericanos que nos reunimos durante tres días en Karlovy Vary (Bohemia), entre los que se encontraban desde el cineasta Milos Forman a Jean-François Revel, para la creación del foro National Atlantic Initiative (NAI) del que fui uno de sus fundadores. Foro que años después pasó a ser parte de la fundación American Enterprise Institute (Washington).

Además, en mis primeros años de periodismo me influyeron las obras de Walter Lippmann, Marshall McLuhan, y Raymond Aron. Por eso he rebatido siempre, la interpretación que se ha hecho en las escuelas y facultades de periodismo de la obra de McLuhan de que el medio de comunicación es el mensaje. Él dice justamente lo contrario. En su obra Understanding Media: The Extensions of Man lo que literalmente dice McLuhan en 1964 es que la nueva era electrónica y tecnológica en el que se adentra la comunicación cada individuo -la persona- adquiere la capacidad de ser medio y mensaje, y eso es lo que precisamente revoluciona la industria de los medios de comunicación, la sociedad y la opinión pública.

JMM – ¿Tuvo algo que ver el ambiente de cambio político de aquellos años (estamos hablando de los 70)?

AS – El ambiente del cambio político en España no tuvo que ver en mi vocación periodística en sí, que era anterior, como lo demuestran mis informaciones de la época sobre los más diversos temas, pero no hay duda de que la transición democrática española gestada en aquello años influyó en volcarme en el periodismo político. En mi etapa de corresponsal en Londres viví el fin del franquismo y el comienzo de la transición democrática.

Viví la experiencia de ver al líder comunista, Santiago Carrillo, en un mitin en Londres decir que jamás pactaría con la monarquía del Rey Juan Carlos, y luego ver cómo ese pacto se hizo efectivo e hizo posible la transición democrática. Fui el único periodista que -trasladándome a Bonn- entrevisté a Willy Brandt, ex-canciller de la entonces República Federal Alemana y líder de la Internacional Socialista, a los pocos meses de la muerte de Franco y cuando el líder del PSOE, Felipe González, todavía era conocido por su nombre en la clandestinidad de ‘Isidoro’. Entrevista publicada en España por el semanario Blanco y Negro de ABC dirigido por Luis María Anson (3-1-1976) donde colaboraba desde Londres, y en la que Brandt me relató el proyecto socialista para España.

Tanto en mi etapa de corresponsal en Londres como a mi vuelta a España, hablé largo y tendido con todos los protagonistas del proceso de la Transición democrática española, y me alegro de que parte de estos trabajos publicados figuren en los archivos del profesor de la Universidad de Yale, Juan Linz, en la Fundación Juan March.

Ese cambio político de la Transición democrática española tuvo tanto que ver en mi vida profesional e intelectual que publiqué con Plaza y Janés una trilogía de la experiencia del cambio, libros que estuvieron en las listas de los más vendidos y que en el caso de la obra De Franco a Felipe fue publicada incluso una edición en chino por la Academia de Ciencias Sociales de Pekín. Cuando le pregunté al Rey Juan Carlos en una audiencia tras su visita a China a qué atribuía esto, me dijo que era una referencia de la Transición española que los chinos valoraban para su propio proceso de cambio. Aunque se trataban de circunstancias muy diferentes.

JMM – Luego empezaste a trabajar en Cambio16. Ya no hay revistas como aquellas. (Sobrevive La Actualidad Económica, aunque es mensual y está especializada.) ¿Por qué desaparecen las revistas generalistas en nuestro país?

AS – Efectivamente, cuando volví de la corresponsalía en Londres empecé a trabajar con el Grupo 16 y la Agencia Colpisa, publicando una crónica política diaria de la citada agencia en más de veinte diarios regionales y nacionales (incluidos Diario 16 y La Vanguardia, y la mayor parte de los que hoy forman el Grupo Vocento). Mientras que en el semanario Cambio 16 publicaba una crónica política semanal, además de dirigir alguna otra publicación de este grupo, que entonces era líder en la prensa española. Como lo fue en su momento el semanario Tiempo, donde también escribí una crónica política semanal.

Y experiencias como participar todas las noches en la primera tertulia política radiofónica que nació en España en 1984 y que se llamó La Trastienda en la Cadena SER. Un programa de gran influencia política y en la opinión pública en aquellos momentos históricos del cambio político español en los que todavía España ni siquiera había entrado en la Unión Europea. Fue un programa pionero en el campo de las tertulias radiofónicas españolas.

En total este periodo fueron más de veinte años publicando una crónica política diaria y semanal, además de reportajes y entrevistas a los principales líderes, la publicación de libros, y participación en radio y televisión. Años de gran intensidad que me permitieron estar en primera línea durante todo el periodo de la Transición democrática española.

Y respecto a la desaparición de los semanarios que planteas, pasa como con otros medios: el que se adapta a la nueva era digital e Internet sigue adelante, y el que no lo hace, desaparece. No sólo por cuestiones tecnológicas, sino porque se requiere otro modelo de negocio y otras visión, también editorial, de los medios de comunicación

JMM – Así que durante mucho tiempo ejerciste el columnismo diario, lo que me parece un auténtico tour de force. ¿Cómo enfocabas tu trabajo de columnista? ¿Qué es lo más importante en una columna? La idea, el estilo, la información sintetizada…

AS – La respuesta es todo. Una de las pruebas más difíciles periodísticamente fue narrar la crónica del golpe de Estado del 23-F, en 1981. Lo viví en directo en el propio Congreso de los Diputados. Estaba hablando en el Salón de los Pasos Perdidos con el entonces ministro de Defensa, Agustín Rodriguez Sahagún, y preguntándole sobre el asalto golpista que estábamos viviendo en ese cuarto de hora, cuando se acercó el que acababa de protagonizarlo, el teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, y en mi presencia le puso una pistola en su espalda y le dijo: “Señor Sahagún, vuelva usted a su escaño”.

Logré hablar con el candidato a la Presidencia en la sesión interrumpida por el golpe, Leopoldo Calvo Sotelo, cuando los golpistas nos permitieron movernos, y ambos coincidimos en urinarios contiguos de los servicios del Congreso. Y cuando le pregunté si había tenido alguna información sobre lo que estábamos viviendo, su respuesta fue la misma que la que me había dado el ministro de Defensa. No sabían lo que estaba pasando.

Pero tenía la obligación de escribir la crónica del día para los periódicos y yo había vivido la experiencia en directo del golpe de Estado, y no tenía la información de lo que había pasado fuera… Cómo estaban reaccionando el Rey en la Zarzuela, las distintas comandancias generales de la jefatura militar, y otras múltiples reacciones.

En silencio -esa noche en las calles de Madrid todo era silencio- cuando nos dejaron salir del edificio (en realidad nos echaron) me fui andando a la redacción de Colpisa a la otra punta en el norte de Madrid. No encontraba taxis. Y al llegar a la redacción el director, Leguineche, y los redactores, una de las cuales, Susana Olmo, había logrado hablar con uno de los jefes golpistas, Jaime Milans del Bosch, haciéndose pasar por la mujer de Tejero, me fueron complementando la información, y así pude construir la crónica enviada de madrugada y que los periódicos publicaron al día siguiente.

Se dio la circunstancia de que en la redacción estaba el presidente del entonces Banco Bilbao Vizcaya (hoy BBVA), José Ángel Sanchez Asiaín, con alguno de sus principales colaboradores (Antonio López), porque a pesar del golpe acudieron a una cena concertada anteriormente. Lo cual me permitió saber en directo la reacción de la gran banca contra el golpe, teniendo a uno de sus protagonistas a mi lado.

Siendo este un caso extremo como episodio de una columna política, creo que responde claramente a tu pregunta de lo que representa este formato periodístico. Se trata de valorar las ideas (en este caso de la libertad frente al golpismo totalitario), narrando al mismo tiempo los hechos precisos y contrastables de los episodios políticos, que en algunos casos, como en este, son historia.

JMM – Yo creo que los que opinamos en los medios de comunicación deberíamos esforzarnos en mediar entre el público y  la política, que siempre es complicada, difícil de entender.

AS – Si algo enseña el periodismo y todo tipo de comunicación es la dificultad de entender y explicar la gran complejidad en la que vivimos y que además es creciente. Y eso es precisamente lo que lo hace fascinante. Es un gran reto. Pero como me dijo un día don Antonio Garrigues y Díaz Cañabate, con el que colaboré en los años ochenta dirigiendo el Instituto de Cuestiones Internacionales (él era el presidente): “Solo lo difícil es importante”. Hacer demagogia es fácil, pero conduce a la dificultad de entender lo que nos pasa y por qué. Confunde, distorsiona. Hacer información veraz y emitir opiniones fundamentadas es difícil, pero nos hace más fácil entender lo que nos pasa y por tanto racionalizar nuestras ideas y pensamientos.

Recuerdo a este respecto una anécdota que me pasó con el entonces presidente de la Generalitat, Josep Tarradellas. Le había pedido una entrevista, y me invitó a almorzar en su casa, aunque luego fuimos a su despacho oficial para realizar la entrevista grabada. Y mientras tomábamos un aperitivo, me dijo que había leído mis artículos, y me soltó uno de sus golpes socarrones: “Usted Sarasqueta no tiene nada que hacer en España”. Para un joven periodista (tenía yo 28 años) eso ennegrecía mi futuro, y cuando me repuse, le pregunté por qué, y que me aconsejaba hacer para sobrevivir el resto de mi vida, a lo que me respondió: “Usted es cartesiano, y eso en España no tiene mucho futuro”. ¿Entonces?, insistí. Sonrió y me contestó: “Siga usted así, no cambie. Sobrevivirá”.

Fueron unas horas magníficas de conversación con este hombre, en el que entre otras cosas me desveló detalladamente su experiencia de asistir a una importante reunión de ETA y de los líderes del gobierno vasco en el exilio en 1973, en la que se decidía la estrategia de la banda terrorista y de los nacionalistas tras el franquismo. Para explicarme por qué él se sentía un derrotado -así se lo dijo a los etarras- que había tenido que vivir en el exilio muchos años, y que él quería ser un vencedor y para eso iba a apostar por el nuevo futuro de España. Seis años después Tarradellas se sentía vencedor porque había conseguido ser presidente de la Generalitat de Cataluña de una nueva España democrática, y no ocultaba que eso se debía al Rey Juan Carlos y a Suárez: “Suárez ha sido providencial para España”, me dijo. Todo ello fue publicado en siete páginas en la revista Blanco y Negro de ABC (1979).

JMM – Trabajaste mucho con Juan Pablo Villanueva en la antigua Gaceta de los Negocios. Era un gran profesional, un hombre tolerante y con una dignidad extraordinaria. También trabajaste con otro grande del liberalismo español, Antonio Fontán. Y con Julián Marías…

AS – José María Cuevas, entonces presidente de la patronal CEOE, me dijo a principios de los años noventa que querían vender su participación en La Gaceta de los Negocios, y como regularmente me reunía a almorzar con mi amigo Juan Pablo Villanueva, le dije que explorara la posibilidad de comprar el diario. Lo que hizo con un grupo de inversores que creyeron en su nuevo proyecto, después de su exitosa experiencia en medios como Expansión y Marca.

Yo venía publicando mi columna semanal en la primera página de La Gaceta, y con la entrada de Juan Pablo como nuevo editor, me pidió que siguiese colaborando y después que formase parte del consejo de administración, cosa que hice. Además de los valores que has citado de Juan Pablo y que naturalmente comparto, déjame añadir otros dos, el de la libertad e independencia. La idea de la libertad y la independencia periodística fueron cuestiones decisivas en la forma en que ambos entendíamos esta profesión y la vida.

Lo mismo ha ocurrido con otras ilustres personalidades a los que pides que me refiera, como Antonio Fontán y Julián Marías. Dos décadas después, hoy sigo siendo colaborador y miembro del consejo editorial de Nueva Revista, fundada por Fontán, una de las principales revistas de pensamiento liberal en el ámbito hispano que tras su fallecimiento ahora publica UNIR (la Universidad Internacional de La Rioja). Pero lo más importante, además de brindarme su amistad y confianza, ha sido compartir con ellos los valores del pensamiento, la libertad, España y el periodismo.

Guardo como oro en paño los libritos que todas las Navidades Fontán enviaba a sus amigos. Escritos de sus estudios y reflexiones sobre Séneca, Erasmo, Maquiavelo, Moro, Los dos mil años de era cristiana, o De la España y los españoles. Ha sido una de las virtudes que compartí con Fontán: el periodismo es el saber de la historia, el hacer del presente, y siempre defender el pensamiento de la libertad como principal valor humano y de la sociedad.

Antonio Fontán ha estado entre las personas y amigos que en mi vida han hecho de la sabiduría un valor superior para entender la vida.

Con Julián Marías no sólo he colaborado con la revista que fundó, Cuenta y Razón, sino que he vivido con él experiencias únicas. Cuando se autorizó la televisión privada en España y nació Antena 3 TV, y presenté en este canal durante tres años el programa Aula 3 impulsado por el Colegio Libre de Eméritos, y en el que mi cometido era entrevistar a los principales sabios del país (Severo Ochoa, Santiago Grisolía, Pedro Laín Entralgo, Julián Marías, Francisco Grande Covián…, hasta más de una treintena). Con todos ellos tengo experiencias inolvidables dentro y fuera del plató televisivo, pero en el caso de Julián Marías esta experiencia se extendió a reuniones con otros amigos y colaboradores del filósofo, que me hicieron percibir mejor su personalidad y pensamiento, y especialmente sobre dos aspectos fundamentales, la libertad y España.

JMM – Cuando tú empezaste –lo has contado- no había fax. Estaba el télex, que ahora parece una cosa extraordinariamente primitiva.

AS – Este cambio que señalas explica muy bien cómo ha evolucionado nuestra sociedad en los últimos cuarenta años, no solo del periodismo. Porque los cambios científicos y tecnológicos implican cambios sociales y de todo orden.

Para entender este cambio con perspectiva histórica a mí me gusta recordar que hace menos de dos siglos Julius Reuter (fundador de la agencia de noticias Reuter) utilizaba palomas mensajeras para enviar sus informaciones a los clientes.

En nuestro tiempo los cambios son más veloces y profundos. Cuando me incorporé a la Agencia EFE en Londres todavía transmitíamos parte de las informaciones por un télex ciego, en el que no podíamos leer lo que escribíamos, y teníamos que hacerlo en una cinta agujereada por puntos parecida al código morse. Ahora vivimos la realidad de Internet y de las comunicaciones en tiempo real. Lo que nos hace testigos y protagonistas de un cambio histórico en la información y las comunicaciones, y sus profundos efectos.