¿Desigualdad = pobreza?, por René Scull
Desigualdad y Pobreza son términos que con frecuencia cotidiana se interrelacionan, hasta tal grado que la percepción de que una genera la otra es bastante generalizada. Esto, muy presente en el discurso político, se ha traducido en políticas públicas cuyo objetivo primario es una drástica reducción de la desigualdad, pero que a pesar de nobles intenciones, poco aportan a la erradicación de la pobreza.
El Partido Comunista Chino, que se dio cuenta hace varias décadas de que la gente no se muere de desigualdad, pero sí se muere de pobreza, puso en marcha las reformas que promueven la libertad económica, la competencia, la innovación, la inversión privada, los derechos de propiedad y la prosperidad. Así ha logrado rescatar a más de 500 millones de personas de la pobreza.
Estas audaces medidas, han aumentado la desigualdad y fueron tomadas a sabiendas de que, como acertadamente ha afirmado Jorge Giordani, un proletariado más próspero es menos propenso a apoyar un socialismo radical. Aun así China, en su último plan quinquenal, ha reafirmado su objetivo de eliminación total de la pobreza para el año 2020. Vietnam, Chile, Perú, la India, Panamá y tantos otros, han recorrido el mismo camino.
A pesar de que se han arrebatado de las garras de la pobreza a más seres humanos que en ningún otro periodo de la historia, los enemigos de estas políticas en varias partes del mundo, haciendo su gran esfuerzo de “perverso convencimiento”, alimentan lo más oscuro de la condición humana promoviendo la idea de que no hay peor desigualdad que la que se siente al ver progresar al vecino. Insisten en tener como incorregible norte el ideal igualitario, aunque sea a costa de la prosperidad, y proclaman en su apasionado discurso que de no ser así, las políticas públicas liberales sumergirán a la sociedad en el caos, la escasez, la miseria y la desigualdad, a menos que el gobierno regule cada actividad y transacción imaginable.
Rechazan o ignoran el hecho de que los individuos pueden identificar mejor que un burócrata distante sus necesidades y preferencias. A través de leyes y regulaciones draconianas, encuadradas dentro de su mantra ideológico, logran tarde o temprano, pero irremediablemente, sumergir a la ciudadanía que dicen proteger en el caos, la escasez, la pobreza y más veces que menos, en la desigualdad que soñaron erradicar.
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