La ideología del Orgullo
En los últimos treinta años se ha producido una auténtica revolución en la situación de los homosexuales en nuestro país. La Constitución acabó, al menos sobre el papel, con cualquier discriminación, algo que se fue haciendo realidad en los años siguientes. Hoy nadie tiene por qué esconder su condición homosexual en ninguna circunstancia, vital o laboral, y lo que era casi impensable hace unos años, como pueden ser las muestras de afectos públicas entre personas de mismo sexo, va incorporándose a las costumbres. También se han igualado lo que llamamos los “derechos” y se ha alcanzado el pleno reconocimiento de la dignidad de los homosexuales, de tal modo que no hay ya diferencia alguna en cuanto a la sanción social de la homosexualidad, como son el matrimonio y la adopción. Como ha afirmado el profesor Alberto Mira en De Sodoma a Chueca, su monumental historia de la “cultura homosexual” en nuestro país en el siglo XX, un problema social se ha transformado en un problema personal. España es, según todas las encuestas, uno de los más tolerantes con la homosexualidad.
No por eso los actos reivindicativos como los desfiles del Orgullo (Gay) han ido desapareciendo. Más bien han cobrado más importancia, con la paradoja de que a medida que lo hacían también se iba intensificando su significado reivindicativo, como si cuando la homosexualidad va dejando de ser un problema social, fuera necesario incrementar la intensidad política e ideológica alrededor de ella.
En cuanto a lo primero, el Orgullo Gay y los actos relacionados se han convertido en una fiesta, un nuevo carnaval, con un significado parecido al que el carnaval tenía antes. Esto ha generado grandes intereses económicos: por parte de las ciudades que acogen estos festejos y por parte de las empresas que los organizan y los patrocinan. Por otro lado, los actos han sido colonizados por una izquierda que ha sustituido las antiguas causas, como la de los trabajadores -celebrada en las poco concurridas manifestaciones del 1 de mayo- por otras. En estas nuevas políticas de identidad, se manipula a fondo la homosexualidad para obtener rédito partidista, con un éxito extraordinario en vista, entre otras cosas, de la nula voluntad del centro derecha para imaginar y proponer una posición propia. Y por si fuera poco, el movimiento homosexual se ha reinventado, en esta nueva etapa, como parte de una crítica general, de tonos radicales –como un revival de los años 70-, a esa misma sociedad que muestra apertura, respeto y tolerancia como nunca habían existido.
La Razón, 06-07-19