Tres formas de hacer política
El magnífico debate del pasado lunes en el Congreso permitió ver en acción parlamentaria a una nueva generación de políticos, jóvenes pero ya cuajados, como es tradición casi ininterrumpida en la democracia española desde 1975. Al margen de este comentario queda la gran colisión entre Iglesias y Sánchez. También hubo una revelación, la de Sergio Sayas, el portavoz de Navarra Suma, que mostró un aplomo y una claridad moral excepcionales.
En cuanto a los tres tenores de la oposición, Pablo Casado, después de una primera parte en la que leyó un texto afilado y sutil, de matices conceptuales poco comunes en el parlamentarismo actual, se lanzó a lo suyo, que es una oratoria larga, que avanza en grandes meandros repletos -a veces demasiado- de datos y de ideas. Ya ha adquirido el tono que iba buscando desde el principio: cierta austeridad institucional que le permite sortear las trampas del personalismo, entreverada eso sí –en su querencia castellana, tan propia de un cierto PP ya veterano- de ironía e incluso de humor: como en el leit motiv, entre la greguería y los estudios de comunicación “made in usa”, del elefante morado con lazo amarillo que Sánchez no ve en el centro mismo del Congreso.
Albert Rivera permanece más fiel que Casado a cierto halo juvenil que le lleva a privilegiar el cuerpo a cuerpo, como ignorando la seriedad trascendente de la ocasión y del escenario. A veces pareció un discurso de poco calado, pero eso venía del ademán desafiante y saltarín, que no quiere dejar atrás (y con razón). O tal vez proceda de que, habiendo abandonado la vocación de “bisagra”, aún no ha encontrado el nuevo papel para su partido.
El recién llegado, Santi Abascal, fue –paradójicamente- el único que desplegó una cierta razón histórica en su intervención. El único que se refirió a problemas de largo alcance (como la natalidad) y el único que se atrevió a poner el pasado, el del PSOE, encima de la mesa. También él podría haber hablado de un elefante invisible, aunque en este caso para todo el resto de fuerzas políticas. Hay algo muy valioso en esta nueva perspectiva que el centro derecha había mantenido apartada hasta ahora, y que apela a la conciencia misma del hecho nacional. Algo que será imposible de volver a encerrar en el sótano, como propuso Sánchez con suficiencia.
La Razón, 25-07-19