Franco en campaña
Muy pocas de las mixtificaciones del siglo XX han sobrevivido hasta la actualidad. Una de ellas es, como suele decir el historiador Stanley G. Payne, la de la Guerra Civil española entendida como un enfrentamiento entre el fascismo (Franco y el bando nacional) y la democracia (los republicanos).
Todo es falso en esa historia y así ha sido demostrado una y otra vez. No importa. Sigue vigente íntegra. Más aún, esa mixtificación acabó sustituyendo, como relato fundador de la democracia española, a la reflexión y al recuerdo que primó en tiempos de la Transición. Del repudio de unos hechos atroces, sin redención posible, se pasó a la exaltación de la República y la Guerra Civil como un cuento infantil de buenos y malos. Ayer, en la sincera emoción de una joven dirigente socialista al evocar el martirio del busto de Pablo Iglesias, volvimos a comprobar la eficacia de esta propaganda. Más de media España, y mucho más de media opinión internacional, la cree a pies juntillas.
El centro derecha español nunca se ha tomado en serio este asunto. Es posible pensar que podía haber desactivado la cuestión del enterramiento de los restos de Franco, evidentemente polémica y discutible, cuando estuvo en el poder con mayoría absoluta y suficiente margen de maniobra ante la familia y las demás fuerzas políticas como para al menos intentar generar el consenso que habría sido imprescindible en un asunto como este. No se hizo nada y ahí quedó la cosa, a la espera de que alguien con pocos escrúpulos, abierto el camino con la Ley de Memoria Histórica, lo utilizara para poner en un brete a todo el centro derecha y reafirmar su propia superioridad democrática. Ahora sólo queda callarse y capear el temporal. Como los tiempos han cambiado, la provocación de Sánchez será respondida por Vox que conseguirá, probablemente, arañar algunos votos de una parte de la opinión indignada, y no sin motivo.
Azaña, en el exilio, pedía que se acabara con la “la letra y la solfa de las representaciones caducadas”. No creo que esta exhumación, concebida como un acto de propaganda, vaya a cumplir sus deseos. En nuestro país, las “representaciones caducadas” no tienen fecha de caducidad.
La Razón, 25-09-29
Foto: Francisco Franco en Marruecos