Ibuprofeno a mansalva
Al final, en las elecciones catalanas, todo ha ido de sorpassos. Uno negativo, como que JxCat no logró “sorpassar” a ERC. Otros positivos -para el “sorpassante”, claro está- como el de Vox al PP y a C’s y el del PSC a ERC y JxCat. En la sopa de siglas, que anuncia por sí sola la alta probabilidad de que Cataluña siga enfrascada en la continuación ruinosa del procés, destacan dos. Vox, por un lado. El PSC, por el otro. Dejaremos en paz al primero, por el momento, para centrarnos en el segundo. Atestigua del éxito del “efecto Illa”, que dobla los apoyos obtenidos en las últimas elecciones, hace de su grupo el más votado del Parlamento catalán y convierte a un puro apparátchik en líder regional.
Entre las causas de este éxito -hay otras indescifrables para quien no conozca desde dentro la Comunidad Autónoma catalana- está el hundimiento de Ciudadanos, tras la apoteósica frivolidad mostrada por sus líderes desde 2017, y la promesa de que Illa vuelve a casa para cerrar el proceso de descomposición que se vive allí desde hace ya casi diez años. En apariencia, Illa está bien situado para hacerlo: tiene la llave del Estado y puede ofrecer traspasos, indultos, fondos y toda clase de prebendas y privilegios(incluso vacunas). Permitirán a Sánchez seguir en la Moncloa y concederán a su candidato un papel predominante en la política catalana. Con Iceta en la gestión de la administración territorial, el gobierno se asegura la (co)gobernanza, al menos relativa, del “Estado compuesto” que arrancará definitivamente con la llegada de los fondos europeos y que ni el PP ni Ciudadanos, el llamado “constitucionalismo”, han sabido frenar.
Claro que por debajo de tanto optimismo la situación se presenta un poco menos rosácea. La victoria indiscutible del PSC no le da fuerza suficiente como para moverse con algo de soltura con respecto al independentismo. Los socialistas dirán que no era eso lo que querían. Pero hacer de necesidad virtud tiene sus límites. La política de “desinflamación” ha llevado al PSC al primer puesto, pero no ha desactivado el independentismo. Ni en JxCat, que no tiene el menor aliciente para abandonar su posición maximalista ahora que el respaldo a la secesión alcanza más del 50% de los votantes. Ni en ERC, que se encuentra en una posición difícil pero agradecida porque le permite optar entre la línea dura y la colaboración con Madrit. Ahora ERC modulará cualquiera de las dos opciones en función de sus intereses, que son -nadie se llama engaño, tampoco en el PSOE ni en el Gobierno social-podemita- culminar la independencia de Cataluña en un plazo máximo de nueve años, si no antes.
Así que Illa y el Gobierno de Sánchez se encuentran gestionando la continuación del procés -es decir, la secesión de Cataluña- al servicio de los independentistas. Por poco listos que sean, los secesionistas animarán a Illa, a Iceta, a Sánchez y al conjunto del progresismo catalano-español, a que sigan distribuyendo Ibuprofeno a mansalva. Menudo atracón les espera.
La Razón, 16-02-21