Antonio Maura. La gran política
La aparición de una nueva editorial es siempre una buena noticia. Más aún si esta editorial, como le ocurre a Frontera Ediciones, se presenta como un proyecto destinado a fomentar el debate de ideas y poner en valor la riqueza de un pensamiento respetuoso, tolerante y atenido a la verdad, no al sesgo ideológico. No es casualidad que los dos primeros volúmenes vayan dedicados, el uno al poeta Luis Rosales y su reflexión, sobre la libertad, y el otro a Antonio Maura. Resulta imprescindible aunar la política con la ética, por una parte, con la reflexión sobre el pasado por otra y, además, con la voluntad estética. Son realidades que la derecha española, proclive a la desmemoria y desconocedora de la importancia de la estética en la política, tiende a separar.
Nada más alejado de esta actitud que Antonio Maura, del que Frontera reedita el Ideario político, una inteligente selección de reflexiones del liberal conservador realizada en su momento por un seguidor suyo, el alicantino Juan Bautista Catalá Gavilá. De vivir en un país menos obsesionado con la negación de su propia historia, Antonio Maura sería uno de nuestros grandes referentes históricos. Es cierto que su actitud en los años 1910-1920, esquinada e hipercrítica, no contribuyó a encauzar la crisis de la monarquía constitucional hacia el régimen parlamentario. Tampoco fue nunca partidario de (supuestas) soluciones autoritarias y, sobre todo, esa misma actitud debe ser entendida a la luz del fracaso de su proyecto un poco superficialmente tildado de regeneracionista y que, en realidad, fue la propuesta más seria de democratizar el liberalismo que se hiciera en su tiempo en nuestro país.
Es este uno de los grandes valores de la reedición de este libro: volver a insistir, como ya se ha hecho algunas veces, en que la democracia en España fue, en un primer momento, un proyecto conservador (ser conservador es ser demócrata, insistía don Antonio), destinado a crear la ciudadanía española mediante un programa legislativo y político de ambición gigantesca. El fracaso no puede ser atribuido solo a sus adversarios, o enemigos, pero vale la pena recordar la campaña contra él, bajo el eslogan famoso del «Maura, no» que consolidó la alianza de la izquierda en contra de «la derecha». Esta coalición ha llegado hasta nuestros días y ha sido uno de los elementos más desestabilizadores y corrosivos de nuestra historia.
Además de inducir a esta reflexión melancólica, el Ideario político tiene otra virtud, más imperecedera, que es dar a conocer el pensamiento de un gran estadista conservador y liberal a un tiempo, porque para don Antonio lo uno no iba sin lo otro. Resultan de una extraordinaria clarividencia las reflexiones sobre la naturaleza de la acción política, que requiere al mismo tiempo prudencia y voluntad de actuar y asumir riesgos. Hay aquí un autorretrato, lleno de vida, pasión, así como de finura y patriotismo, que acaba conformando uno de los mejores breviarios políticos de la literatura clásica en una tradición antimaquiavélica muy española y profundamente actual. Excelente inversión sería que el Congreso de los Diputados regalara a cada una de sus Señorías un ejemplar de este Ideario. Con que lo hicieran los partidos del centro y la derecha ya iríamos bien servidos.
La Razón, 03-01-22