Mártires voluntarios

La Iglesia católica tiene bien acotado lo que se refiere a lo que llama mártires voluntarios, personas que provocan una situación que, a su vez, les obligará a dar la vida por la fe que profesan. Lo que en el catolicismo está vedado ha sido en cambio favorecido y promocionado no por el conjunto del islam, sino por algunas organizaciones político-religiosas islamistas que inducen a sus afiliados a inmolarse a favor de la causa que ellas defienden. Lo vimos en las “intifadas” en Israel, cuando las organizaciones palestinas empujaban a niños y adolescentes indefensos contra uno de los mejores ejércitos del mundo. Lo hemos vuelto a ver ahora, en las calles de Egipto, con la oleada de jóvenes fanatizados, lanzados al combate callejero y a una muerte probable… a mayor gloria de los Hermanos Musulmanes.

 

Los Hermanos Musulmanes han perdido en Egipto una oportunidad de oro para contribuir a consolidar un sistema mínimamente representativo y civilizado, capaz de promocionar algún progreso económico, en un país estratégico de mayoría musulmana. Mucha gente piensa que un proyecto como ese era irrealizable porque la organización era y sigue siendo esencialmente conspirativa, fundamentalista y, más aún que antidemocrática, antimoderna. Sea lo que sea, los Hermanos Musulmanes, con Mohamed Mursi a la cabeza, tuvieron en su mano esa oportunidad y la echaron a perder. En vez de estabilizar una situación integradora, hicieron todo lo posible para fundar una república islamista, dirigida por islamistas y para islamistas. Todo lo demás –musulmanes no islamistas, cristianos o laicos: judíos ya no quedan- sobraba. Detrás del espectáculo de los mártires, un espectáculo trágico y sórdido a un tiempo, hay también asaltos, ataques a las instituciones y docenas de iglesias cristianas incendiadas. El terror es la otra cara del martirio voluntario.

Las democracias liberales europeas, evaporadas y casi felices en su ensoñación postmoderna, poco pueden hacer ante un proceso en el que toda una civilización se enfrenta por fin, desde dentro, a la modernidad. Algunos criterios están claros. Conviene ser inflexible a la hora de exigir el cumplimiento de los derechos humanos, lo que requiere condenar las matanzas que están teniendo lugar en Egipto, pero conviene serlo para todos los agentes comprometidos, incluidas organizaciones como los Hermanos Musulmanes. Descendiendo a las medidas prácticas, sí que debería ser posible exigir algún cambio de actitud en los dirigentes de países aliados que, como Turquía o Qatar, vienen apoyando un movimiento que ha estado a punto de llevar a los egipcios a la guerra civil.

La Razón, 20-08-13