Madama Butterfly 2.0 en el Teatro Real
El Teatro Real cierra su temporada con una nueva producción, del Teatro Regio Torino, de Madama Butterfly, una de las óperas más queridas y esperadas del repertorio. Y es que la Butterfly de Puccini cumple con todos los requisitos que se le exige a un gran melodrama: una historia trágica, centrada en una mujer aparentemente débil pero dispuesta a asumir su destino hasta el final, un puñado de villanos -villanos hasta la degeneración- y un exotismo que permite sublimar la sordidez de lo que ocurre en escena con evocaciones de otro mundo.
La puesta en escena de Damiano Michieletto, uno de los registas de moda, arrasa con esto último. Reinterpreta la casita japonesa, el nido de amor de Cio-Cio-San, como un escaparate para la prostitución y lo coloca en un barrio del Extremo Oriente de hoy en día, dedicado al comercio erótico y, más en particular, al turismo sexual: gran despliegue de neones y carteles, además de un movimiento casi perpetuo en un escenario saturado de imágenes y figurantes. (Excelentes la iluminación, que logra algún momento de hermosa intimidad, así como el movimiento de actores). Al rechazar de plano cualquier sentimentalismo, la dirección de escena deja todo el drama en manos de la música, y muy en particular de la orquesta y del director.
Y como el maestro Nicola Luisotti se inclinó por un fabuloso refinamiento en la puesta en valor de los colores, las modulaciones y las texturas de una partitura exquisita, llena de sorpresas y de novedades armónicas y rítmicas, la frialdad propia del estilo pucciniano resaltó todavía más. Pocas veces se ha podido percibir con tal claridad la gélida crueldad con la que el compositor se delecta en la tragedia de su desdichada chiquilla con el fin de atacar directamente la fibra emocional del público y, por esa vía, su bolsillo. Resulta difícil saber si esa era la intención de los responsables de la representación, pero lo que esta ponía en marcha era una interrogación acerca del significado del voyeurismo del público. Quizás por eso no todo fueron aplausos para los encargados de la puesta en escena. Como ocurrió en la Medea que abrió la temporada, acaparó la atención la soprano madrileña Saioa Hernández, por fin recuperada para la ópera en su país. (…)
Seguir leyendo en Ópera Actual, 01-07-24