Julia Escobar. Una mujer valiente
El pasado 10 de diciembre de 2024 falleció Julia Escobar, bien conocida en los últimos años por sus intervenciones en las redes sociales, en las que había alcanzado un gran protagonismo. Había comprendido que internet es el último refugio de la libertad y no dudó, desde muy temprano, en arriesgarse, en primera persona, en un terreno sin roturar. Así se dio a conocer entre gente nueva, joven, que supo apreciar en sus intervenciones un espíritu perpetuamente rebelde, incapaz de plegarse a ninguna imposición. Y es que por debajo de su humor y su ironía -y su sarcasmo, cuando hacía falta-, Julia Escobar se tomaba absolutamente en serio lo que decía.
Dispuesta a comprometerse con la actualidad más rabiosa, colaboró mucho tiempo en La Gaceta de los Negocios con columnas que se leían sin respirar, y que aportaban a la actualidad una visión escéptica y vitalista a un tiempo, siempre nueva: la misma actitud que dejaban ver sus intervenciones posteriores en la red. Otro tanto ocurría con sus colaboraciones en Libertad Digital y en La Ilustración Liberal, y otro tanto se comprueba en su fabuloso blog La Quimera (Nadie dijo que fuera fácil), un repertorio inacabable de inteligencia e ingenio.
Nadie dijo que fuera fácil (1990) fue su primera obra de ficción, que ya dejaba adivinar por dónde iba a discurrir su obra novelística: la atención a la realidad combinada con una inventiva fuera de serie que se manifestaba, muy en particular, en la creación verbal, capaz de recrear y, llegado el caso, hacer saltar por los aires todo aquello que manifestara pereza, artificio, pretensión y, en el fondo, cobardía. Vinieron luego La asamblea de los muertos (2000) y San Judas 27 (La catedral el dolor) (2017), que transfiguraba sin apartarse de la mirada realista, implacable, la larga experiencia que vivió su autora entre médicos y hospitales.
La labor como traductora de Julia Escobar (con autores tan arriesgados como Michaux, Jabès, Pessoa, Colette o Rimbaud), manifestó, además de su finísima sensibilidad, un dominio asombroso del español. Julia Escobar, de grandes lecturas españolas, lo dominaba desde dentro y se movía con soltura en todos los registros, desde el más elevado hasta el popular, que sabía evocar, o convocar, como muy pocos son ya capaces de hacerlo. En su español, tan culto y tan rico, seguía viviendo misteriosamente el alma del pueblo. Y siendo profundamente francesa -y nada afrancesada-, llevaba a España en la sangre.
Ella misma era, de por sí, una gran figura literaria, de las que son -o eran- capaces de vivir de pleno la literatura sin el menor artificio, con una aplastante naturalidad. Posiblemente será de los últimos escritores, hasta dentro de mucho tiempo -con suerte-, en los que la literatura se manifieste como gran arte. Por eso mismo, sin duda, se le negó el Premio Nacional de Traducción.
Su última traducción, de 2021, fue la monumental biografía que el historiador francés Stéphane Courtois dedicó a Lenin. El largo trabajo supuso una gran satisfacción, y algo de revancha, a quien, como ella, se mostraba particularmente sensible a la nostalgia totalitaria tan presente en la política de estos años. Fue una anticomunista insobornable, y, por la misma razón, una gran amiga de los cubanos disidentes, del judaísmo y, claro está, de Israel, en favor de los cuales se manifestó una y otra vez, sin descanso. Esa misma voluntad de apoyar lo que sabía que era verdad le llevó en 2023 a aceptar la candidatura al Senado por VOX, entre otros motivos por su profundo patriotismo. Causó gran sorpresa entre quienes no habían entendido hasta dónde llegaba el compromiso con la libertad de quien fue, ante todo, una mujer valiente. Siempre la echaremos de menos.
La Gaceta, 16-12-24