Angustia por Francia
La contundente respuesta del gobierno francés al ataque yihadista no reduce la preocupación por la situación de Francia. Al revés, la aumenta porque entraña riesgos muy altos y no se sabe si contribuirá a solucionar los problemas de fondo.
Aunque parezca impertinente recordarlo ahora, no hay que olvidar la larga y complicada relación de Francia con el islam y los musulmanes, y la forma en la que estos, en Francia y en otros países francófonos, se han visto tratados, no precisamente como ciudadanos de primera. La sociedad francesa tiene mucho que reflexionar sobre lo que ha hecho con sus ciudadanos musulmanes.
Siendo esto grave, lo es aún más aquello de lo que esta situación es síntoma. Se trata del modelo de sociedad que la República –tal y como la República ha sido concebida en los últimos cuarenta años, porque antes la situación era distinta- ha puesto en marcha. Pierre Manent lo ha analizado con inteligencia en su último ensayo, “Situación de Francia”-, que describe cómo la sociedad francesa ha evacuado la realidad religiosa, de tal forma que la antigua nación de origen cristiano se ha convertido en un páramo donde no existen ni musulmanes… ni cristianos. (La situación de los judíos es peculiar y de su suerte depende, como siempre, la de Europa). Se ha alcanzado una situación imposible, en la que se finge que no existen las religiones y en la que se finge una República, o una nación, que permiten cualquier cosa y -al mismo tiempo- hacen como si la sustancia religiosa de la vida (la privada y sobre todo la colectiva, la que funda la convivencia) no existiera. Ese es el concepto de libertad que propone.
Lo que está en juego en Francia no es exactamente la civilización occidental. Es la naturaleza misma de Francia, que se ha empeñado en hacer de esa república desertizada, incapaz de dialogar e integrar a millones de ciudadanos, la sustancia misma de su identidad. Los ataques terroristas –los segundos en un año- son una respuesta, bestial e injustificable, a una situación que “crève les yeux” (“revienta los ojos”) como dicen los franceses, pero que estos no quieren mirar de frente. Al responder con violencia, los terroristas han atacado el espejismo, pero también la identidad de una Francia sin respuestas. Como es natural, empeorarán los problemas. La verdad es que lo que siento ante la situación de Francia no es preocupación. Es angustia.
La Razón, 20-11-15