«Isidro», Lope de Vega
A la hacienda que tenía
iba Isidro cada día,
oyendo misa primero,
porque era Dios el lucero
con que Isidro amanecía.
En la vuelta o la partida,
sin descanso y sin comida,
daba mil gracias contento,
al que es luz, gracia y sustento,
agua, pan, vestido y vida.
Miraba las maravillas
que el verde campo brotaba,
y a Dios tantas gracias daba
que las aves, por oíllas,
mudas entonces dejaba.
En la más mínima flor,
que puso Naturaleza
el aurora en la cabeza,
de su divino Hacedor
contemplaba la grandeza.
Al lirio blanco y lustroso
se humillaba vergonzoso;
a la oliva y a la rosa,
porque a la virgen hermosa
las comparaba su esposo.
Ver El verdadero amante. Lope de Vega y el amor
Ilustración: San Isidro Labrador de procesión en Madrid.