Responsabilidad

Tiene razón Salvador Illa al decir que predecir el pasado es sencillo. La disculpa tiene aún más peso si se piensa en la angustia que se debe de sentir ante la responsabilidad asumida desde el cargo de Ministro de Sanidad durante la tragedia de estos meses terribles. Aun así, es lícito, y necesario, exigir que los cargos públicos respondan ante la ciudadanía de su ejecutoria. Por eso no es de recibo refugiarse, en busca de alguna clase de justificación, en la conducta ajena o en la prudencia, como si un político actuara como un científico, con todos los datos comprobados y en orden. Ante la gravedad de las noticias que llegaban de China, habría hecho falta alguien capaz de ir por delante, con visión estratégica, imaginación y carácter. Salvador Illa era, y sigue siendo, lo contrario: un funcionario de partido, leal y bregado en la negociación con los nacionalistas, embarcados siempre en su delirio propio. Eso explica su sangre fría y su capacidad para mantener la compostura. (Al lado de sus compañeros de gabinete, esto último se le gradece).

La realidad, sin embargo, es aún peor. Desde el 10 de febrero, como ha demostrado LA RAZÓN con su publicación, el Gobierno conocía un informe detallado sobre el covid 19: origen, síntomas, cuadros clínicos asociados, tratamientos, contagio, letalidad. La falta de imaginación, que se puede agradecer en un funcionario, se convierte aquí en otra cosa. Un rasgo de carácter que permite dejar de ver lo que no hay que ver y ocultar una información crítica hasta que convenga. No otra cosa fue aplazar las decisiones hasta después del 8 M, cuando el 6 de marzo una versión actualizada del informe precedente daba la medida exacta de lo que estaba ocurriendo.

A partir de ahí, el Ministro que daba voz a la querencia nacionalista en el Gobierno central asumió una brusca recentralización. Como era de esperar, el departamento no estaba preparado. No es eso lo que está en tela de juicio. Sí, en cambio, la rigidez de un Ministro incapaz de entablar negociaciones inmediatas con las Comunidades Autónomas a las que tenía que sustituir, con los resultados que conocemos. Luego vinieron las mentiras sobre el uso de las mascarillas, la incapacidad para proteger a los sanitarios, las decisiones sobre las residencias de mayores, la opacidad acerca de los informes y los asesores científicos, la negativa sistemática, casi convertida en un arte, a rendir cuentas… Claro que una responsabilidad tan abrumadora excede con mucho la que corresponde a un Ministro.

La Razón, 25-05-20