Apocalypse Now

Desde la caída del Muro de Berlín vivimos sobre aviso de un apocalipsis inminente. Lo debían causar las fuerzas desatadas de la globalización sin control, los flujos migratorios, el desplome de las identidades, los inhumanos flujos de capital, el fin de la autoridad y de cualquier estabilidad en la naturaleza de las cosas. El aviso, en realidad, se viene repitiendo desde hace muchos siglos. La democracia iba a traer la anarquía, el liberalismo la disolución del lazo social, la Ilustración el final del mundo, la modernidad el desastre total. Sabemos lo ocurrido.

 

Volviendo a nuestro tiempo, desde la caída del Muro de Berlín en 1989, el mundo ha progresado de forma espectacular. Nunca había habido tantas democracias liberales ni tanta gente tiene protegidos sus derechos. Los países desarrollados siguen viviendo en paz y han visto su riqueza multiplicada. La pobreza y el hambre han retrocedido a pasos agigantados. La Unión Europea, con un gasto muy pequeño en comparación con el de los Estados nacionales, garantiza estabilidad y libertad, y sirve de freno eficaz a la demagogia y a la abyección nacionalista. Hemos empezado a salir de una crisis económica profunda sin que se hayan movido las bases de la convivencia en libertad. Nunca ha habido transferencias tan cuantiosas en beneficio de los más desfavorecidos, ni tanta preocupación por el bienestar general.

Hay problemas, claro está. Algunos son bien conocidos y otros nuevos, que requieren soluciones distintas. Nada de eso tiene por qué ir acompañado de una puesta en cuestión de todo aquello que hace que vivamos mejor de lo que nunca se ha vivido, con más riqueza, más oportunidades, más tolerancia y más libertad (y más diversión) que nunca.

Los apocalipsis llegan cuando los charlatanes apocalípticos –en nuestro caso de derechas y de izquierdas, y a veces conversos a la nueva izquierda- logran convencer a bastante gente de que no tienen nada que perder si se lanzan a ensayarlo. El miedo, cultivado sistemáticamente, interiorizado hasta la alucinación, lleva a la decisión temeraria y chulesca. Ahora bien, los apocalipsis nunca han mejorado las cosas. Las empeoran, las hacen más difíciles, provocan sufrimiento, pobreza, atraso, ignorancia, y más miedo.