¿Trabajar¿ ¿Yo? Nunca
Una de las obsesiones de la moderna clase trabajadora es trabajar lo menos posible. Se entiende que los trabajadores, en su tiempo, se esforzaran por no tener que cumplir horarios de 14 horas diarias. Se entiende menos que los modernos trabajadores, o más bien no trabajadores, se empeñen en tener tanto tiempo libre. ¿Para qué? La play, claro, y las redes sociales… tal vez ejercer de runner o bien de hortelano hípster y un poco poeta –artista, siempre: los artistas no trabajan; trabajan las musas. O hacer la revolución y democratizar la democracia. (Esto último debe de llevar mucho trabajo.)
Lo importante es tener tiempo para uno mismo, como si eso fuera un progreso de por sí. La obsesión del tiempo libre lo convierte en una forma de emancipación, con independencia de lo que se haga con él. Lo que cuenta es la libertad pura. Perder el tiempo o disfrutar (¿disfrutar de qué?), que es una expresión que se oye y se lee mucho últimamente. Disfrutemos, por tanto…
A disfrutar nos invita una pintada de las que han inundado París estos días, con ocasión de la imitación francesa del 15-M y las huelgas que han acompañado a la Copa de Europa. Ne travaillez jamais. No trabajéis nunca. Nunca.
Resulta un poco paradójico que una consigna como esta aparezca cuando, por lo que se sabía hasta ahora, los manifestantes aspiraban a hacer algo, o al menos a hacer como que hacen algo en un puesto de trabajo remunerado… Bien es verdad que lo que también quieren es que no se deroguen las 35 horas semanales, uno de los motivos de que en Francia no se cree ni un solo puesto de trabajo ni haya perspectivas de que se vaya a crear. Siempre ha sido igual. Así como la gente que no tiene nada que hacer siempre llega tarde, cuando menos se trabaja, menos trabajo hay.
Todo esto se solucionará pronto con la probable robotización de entre el 40 y el 50 % de los puestos de trabajo todavía existentes. Lo que llegará entonces será la emancipación de la clase empresarial, que ya no tendrá que dejarse explotar por los privilegios o los caprichos de la clase que aspiraba –y lo logró- a ser no trabajadora. Algún nostálgico podrá incluso bautizar a sus robots con nombres de sindicalistas célebres… Sindicatos de colectivos de robots, se dirá. En cuanto a sus derechos, véase Asimov.