José María Sánchez Galera entrevista a J.M. Marco
José María Sánchez: ¿Cómo se define José María Marco? ¿Escritor, profesor, periodista, investigador, historiador…? ¡No me diga que “intelectual”!
José María Marco: Si no escribo me vuelvo loco, y dar clase es lo que más me gusta. Pongamos escritor y profesor.
José María Sánchez: Usted ha publicado una veintena de libros, la mayoría de historia de España, particularmente centrada en personajes de finales del s. XIX o del primer tercio del s. XX, como Maura, Azaña o Giner de los Ríos. ¿Cuál de estos personajes ha sido el más relevante?
José María Marco: Antonio Maura significó en su momento la posibilidad de democratizar el sistema liberal. Manuel Azaña es el símbolo de una república que debía ser democrática y liberal, pero que no fue capaz de superar el sectarismo de sus dirigentes, en particular el propio Azaña. Francisco Giner es el núcleo ideológico del progresismo español… Los tres son importantes. El más influyente, Giner.
J.M.S.: ¿La izquierda es ahora menos intelectual o menos seria que antes? ¿Giner de los Ríos sería hoy un firme defensor de toda la deriva “pedagogista”?
J.M.M.: La izquierda anda perdida en cuestiones de identidad y a veces parece que su única razón de ser es el pintar una derecha de rasgos feroces y paródicos. Hay otra izquierda: Jean-Claude Michéa, José Ovejero… pero no parece que tenga muchas posibilidades de formar un movimiento político de alcance. Y, en cuanto a Giner, no sé lo que haría si despertara del sueño eterno. Lo que sí parece claro es que buena parte del pedagogismo procede de su obra.
J.M.S.: En España ha habido intelectuales en política. Incluso ministros. Pienso en Valera, Echegaray, Amador de los Ríos. Y, más cercanos, Antonio Fontán o César Muñoz Molina. Aunque, por lo general, duran poco. ¿Cierto? ¿Por qué?
J.M.M.: La democracia actual requiere personalidades dispuestas a abrazar a fondo el juego partidista y a intentar ganar a cualquier precio, en particular con una exposición personal muy alta. Hoy más que nunca, hacer política es arriesgarse a perder la propia alma. Por mucho que los intelectuales sigan siendo tan vanidosos como siempre, es difícil que eso atraiga a las elites intelectuales o a las empresariales. Aun así, los intelectuales tienen otros medios de intervenir en el debate público.
J.M.S.: A ver si estamos de acuerdo: «Desde los años 60, la derecha española, con Franco a la cabeza, desertó de la cultura y se la entregó a la izquierda; lo importante, dicen los líderes de la derecha, es la economía». ¿Es un simplismo esta afirmación?
J.M.M.: No del todo, aunque quizás la palabra clave, tanto como la economía sea la ‘gestión’. Es lo que la derecha sabe hacer. Lo hace bien. Y está satisfecha con sus habilidades. Sin querer quitarle mérito, también hay que decir que es lo más fácil.
J.M.S.: ¿La universidad española se ha convertido en un parvulario con relumbrón?
J.M.M.: Yo no soy de los que piensan que la universidad haya bajado de nivel. Al contrario. En mis tiempos había unas cuantas grandes figuras, que por lo general no hacían el menor caso a los estudiantes, si es que se dignaban dar clase. No sé si entonces había el rigor, la seriedad, la exigencia y la transparencia, por no hablar del trato entre estudiantes y profesores, que hay ahora en la universidad. Hay mucho que hacer, pero hay muy buenas universidades en nuestro país.
J.M.S.: Cerca de mi casa han cerrado tres de los cuatro kioscos que había, y casi todas las papelerías, una de las cuales era también una librería donde estaba disponible todo el fondo de Cátedra y de Alianza. ¿Qué ha pasado?
J.M.M.: Supongo que los hábitos han cambiado y que los nuevos medios de difusión de las ideas y la información han acabado con parte de la edición tradicional en papel. Tampoco las elites ni lo que antes se llamaba la “alta cultura” tiene hoy el prestigio de otros tiempos. La verdad es que ha hecho todo lo posible para que lo pierda. Después de décadas de cultura anticultural, se han alcanzado los resultados deseados.
J.M.S.: En medio de este panorama, sus dos últimos libros tienen un tono muy positivo: Diez razones para amar a España; El verdadero amante. Lope de Vega y el amor. El amor en ambos títulos.
J.M.M.: Sí, yo mismo lo constaté una vez terminado el trabajo. Por razones puramente personales, tuve que simultanear la preparación y la redacción final de los dos libros. Lope es un ejemplo de la España amable, y el motivo del amor, el que corre por debajo del libro sobre España.
J.M.S.: Gregorio Luri, en La imaginación conservadora, también habla mucho del amor: el conservador ama aquello que pretende conservar (sus tradiciones, su patria, su cultura…). El amor como motivo de vida social y política. Nada de odio de clases, de razas o de sexos.
J.M.M.: Un gran libro, La imaginación conservadora, uno de esos que podría inspirar una nueva forma de entender la cosa pública, la política, lo que nos une a todos. Luri apunta una y otra vez a algo distinto de la tradición contractual, el hecho de que los seres humanos lo somos porque no podemos vivir sin los demás. Una de las formas de hablar de esa necesidad es el amor, aquello que nos lleva hacia los demás antes incluso de saber lo que somos. (…)
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