Nuria Richart y J.M. Marco hablan con Ángel Rivero del «Tratado de República» de Alonso de Castrilllo
Cuando se cumplen 500 años de la publicación de este tratado político Ángel del Rivero presenta la primera edición «legible» del Tratado de República, un libro escrito en 1521 por el fraile trinitario Alonso de Castrillo.
Rivero cuenta que este libro, que le ha gustado desde que era estudiante, «no tenía una contextualización», a pesar de que dice cosas importantes para nosotros. Este tratado del buen gobierno habla de cómo «la desobediencia está asociada a la mendacidad de los gobernantes, como la soberbia es un vicio político que destruye las sociedades o cómo los cargos permanentes generan corrupción».
El fraile que vivió la «revolución restauradora» de los Comuneros desde Burgos trata de explicar «por qué se ha producido este levantamiento que él entiende como una guerra civil dentro de cada ciudad». Una crisis constitucional, conflicto de clases y protesta fiscal marcada por el vacío de poder del rey Carlos I.
Dice la editorial:
El Tratado de República con otras historias y antigüedades es una obra dedicada al buen gobierno donde se exalta el valor de la política como instrumento de concertación de la vida humana. El libro fue compuesto en 1520 y publicado en 1521, esto es, su escritura se produce en medio del punto álgido del conflicto de las Comunidades, tras la partida de Carlos hacia Alemania; y se publica cuando Burgos ya ha vuelto a la obediencia al rey y apenas dos días antes de la decisiva batalla de Villalar. Construida sobre el modelo ciceroniano y aristotélico, la obra comienza definiendo la ciudad y sus componentes para embarcarse en la definición mejor de su gobierno, esto es, de aquello que hace de la ciudad una república. Para ello recurre al lugar clásico de ponderar el carácter natural de la monarquía por referencia a las abejas al tiempo que éstas se presentan como modelo de virtudes ciudadanas. La principal de estas virtudes es la obediencia que tienen a su rey. Tras este inicio clásico, que va del capítulo 1 al 8, Castrillo toma la vía más pesimista de la visión cristiana de la ciudad de los hombres.
Desde el capítulo 9 al 17 nos explica que los hombres crearon las ciudades en ofensa de Dios y que, por tanto, siendo social la naturaleza de los hombres, su vida política en la tierra está necesariamente condenada al conflicto. Sin embargo, Castrillo no se deja llevar por el pesimismo y no pospone la vida plena en sociedad de los hombres a la llegada de la ciudad de Dios. En los capítulos 18, 19 y 20 se lanza a la política comparada explicándonos que hay comunidades políticas bien gobernadas en la tierra, repúblicas, tal como muestran los ejemplos de judíos, griegos y romanos.
En los capítulos 21 a 29 Castrillo toma una orientación práctica y nos señala una serie de cuestiones particulares cuya atención le parece relevante para alcanzar el buen gobierno: la fortuna o desacierto de algunos monarcas; la necesidad de que los cargos políticos no sean de por vida; la excelencia de la ciencia política como precondición de la vida humana; y, un tema crucial: quién debe ser ciudadano gobernante en una república. Aquí muestra Castrillo su pertenencia al partido nobiliario del que se hace portavoz, aunque con matices. Aquí se remarca algo que aparecerá en toda la obra y es el desprecio de Castrillo por los comunes, esto es, por los mercaderes y por los artesanos.
El libro termina con una reflexión sobre la justicia construida en un tono ya no ciceroniano sino senequista, donde se hace ver al emperador que su clemencia es el mejor atributo para conseguir mantener su reino. Este final, sin duda, señala la suerte del movimiento comunero en Burgos donde la revuelta acaba en petición de perdón y reconciliación con el monarca.
El autor:
Alonso de Castrillo fue un fraile trinitario que asistió en Burgos al conflicto de las Comunidades. Poco sabemos de él salvo que publicó esta obra en 1521 y probablemente, el año anterior, «Tres églogas de la pasión» y «Égloga de la resurrección». En el prólogo a su obra, Castrillo deja traslucir sus opiniones políticas al defender a la nobleza y la justicia inicial de las reclamaciones del pueblo. Pero, sobre todo, por dedicar el libro a Gayangos, su superior en la obra trinitaria, quien, con su elocuencia, devolvió al común de Burgos a la obediencia al rey. Gayangos sería premiado por sus virtudes políticas con el obispado de Jaén, que no pudo ocupar por fallecer antes.
El editor:
Ángel Rivero es profesor titular de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma de Madrid. Es doctor en filosofía por esta misma universidad y BSc (Hons) en Ciencias Sociales, Política y Sociología por la Open University (Reino Unido). Ha sido Visiting Scholar Fulbright en la Graduate Faculty of Political and Social Science de la New School University (Nueva York). Sus intereses, a los que ha consagrado sus trabajos, se centran en la Teoría Política, la Historia de las Ideas Políticas y el Nacionalismo. Ha sido director del departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la UAM (2000-2003); co-director del Master de Estudios Portugueses de la UAM; consejero científico de la Universidade do Minho (Portugal). En la actualidad es coordinador del programa FIFE Science Po Bordeaux-UAM. Su última publicación de una edición de Benjamin Constant, La libertad de los modernos, Madrid, Alianza, 2019.