España a la deriva
La Historia juzgará a Don Juan Carlos por lo que hizo en los años 70, por su papel en la consolidación de la democracia española y por lo que durante mucho tiempo consiguió para su país. Nadie se acordará de los que ahora se alegran por el golpe que recibe la Monarquía parlamentaria, que es el único régimen que permite y que garantiza la pervivencia de España y, por tanto, la de la democracia liberal en nuestro país. Para el recuerdo quedarán también muchos de los delincuentes, presuntos o no, que siguen protegidos o encumbrados por la cobarde y pedestre clase dirigente de nuestro país.
Después de décadas viviendo al amparo de la Corona y de lo que la Corona es en España, apenas se ha escuchado una voz que salga en defensa del Rey. La culminación ha llegado con una Fiscalía del Estado puesta al servicio del proyecto republicano de los regeneradores. Lo han conseguido.
La lección que conviene sacar de todo esto no es la ejemplaridad. Ha habido conductas mucho menos ejemplares, y mucho más impúdicas que la de Don Juan Carlos y nadie se atreve a ponerlas en cuestión. Además, nadie es ejemplar al nivel que se exige aquí desde que llegó la ola regeneracionista de la nueva política. Habrá quien se haga ilusiones, pero siempre habrá dosieres debajo de la alfombra, esperando el momento oportuno. Los sacarán cuando les convenga.
Lo que se puede aprender, si es que la lección no llega tarde -que es lo más probable- es la amarga moraleja de cómo se han perdido décadas cediendo ante quienes utilizaban las instituciones para el provecho propio mientras las iban destruyendo y minando sin la menor contemplación. Lo peor fue lo del “juancarlismo”, que llevó a la anulación del prestigio y el significado de la Corona. Gracias al “juancarlismo” apenas algún español, y casi ninguno menor de cuarenta años, sabe lo que significa la Dinastía ni el Rey. Y eso en un país que no sabe vivir sin la institución monárquica, como comprobaremos dentro de poco, en cuanto la marea suicida suba un poco más. Hoy se ha llevado por delante uno de los pilares del “régimen del 78”. Era el más fuerte, el que había patrocinado una de las mejores épocas de España, el que había cerrado el pleito histórico de la libertad y la democracia en España, quien más y mayores intereses había creado a su alrededor. Para esto han servido.
La Razón, 04-08-20