España era el problema, Latinoamérica, la solución
La semana arrancó con Pablo iglesias haciendo diplomacia populista en Bolivia. Ha acabado con el mismo Iglesias proclamando la incorporación de Bildu a la dirección del Estado. En ningún momento Sánchez ha hecho ademán de frenar a su vicepresidente. Al contrario, en el segundo caso, Sánchez corroboró la declaración sobre Bildu al darle a la mayoría parlamentaria la categoría de dimensión histórica. Es en lo que estamos.
La de los presupuestos no es una ley cualquiera. Los de este año son particularmente relevantes porque liberan al Gobierno de los del PP, con los que venía gobernando desde hace dos años. Configuran por tanto un nuevo panorama económico con una consecuencia política clara. Se consolida la coalición de la investidura como instrumento de gobierno para al menos otros tres años, hasta el final de la legislatura. La posibilidad de establecer una nueva coalición, con Ciudadanos, ha quedado descartada. Es difícil comprender cómo se había creado tal expectativa, condenada desde el primer momento al desmentido por la vía de los hechos. La explicación viene, sin duda, de esa inercia, tan propiamente española, que lleva a seguir creyendo que el eje de la política española está todavía en el equilibrio entre el PSOE y el PP.
No es así, y lo ocurrido esta semana ha desmentido esa interpretación de forma clamorosa. En lo interno, la política gubernamental se ha decantado de una vez por todas por la colaboración con los independentistas de izquierdas. Para la gobernación del Estado, pero también en cuanto a las Comunidades Autónomas. Los socios estables son ahora, también en sus respectivas regiones, Bildu y ERC. Vamos al nuevo modelo tripartito –PSOE, UP e independentistas de izquierda, en particular los filoterroristas- en Cataluña, en el País Vasco y en el Gobierno central. Como es natural, esta coalición no se realiza sólo para sacar adelante unos presupuestos. Al revés: se saca adelante unos presupuestos para consolidar una coalición y con ella todo un proceso de cambio a escala española.
Lo que ha llegado se refleja muy bien en la nueva Ley de Educación: ofensiva contra la educación concertada, estatalización y nivelación por lo bajo de la educación (como demuestra la supresión de los colegios de Educación Especial) y final del castellano como lengua de educación en España, con lo que, como se ha dicho en estas páginas, se liquida la cultura española como cultura común de todos los españoles. Se acaban de poner las bases de lo que se llevaba preparando desde Rodríguez Zapatero, con importantes antecedentes previos en la etapa del añorado Pérez Rubalcaba. Si no hay una acción rápida y seria, viviremos en una España sin consistencia propia, con identidades nacionalistas de primera clase y otro territorio, lo que queda de España, unido por una abstracción administrativa, sin que nadie sepa cuál es la razón de ser español.
El viaje estelar del vicepresidente a Bolivia refleja, por su parte, el proyecto planteado por UP y asumido por Sánchez, siguiendo también, en este caso, la dirección señalada por Rodríguez Zapatero. Es la latinoamericanización de nuestro país, que se incorpora a ese conjunto de países americanos que experimentan con fórmulas políticas entre el peronismo y el marxismo castrista y bolivariano. Así vamos a descubrir nuevas fórmulas de convivencia, como aquellas que se disfrutan del otro lado del Atlántico: más justicia, como se demuestra en Venezuela o en Argentina, mayor bienestar, mayor cohesión social, más igualdad… y más espíritu revolucionario en contra de la España unida en su día por la Monarquía parlamentaria, una Constitución y un propósito de civilización y de cultura. Ahí acaban coincidiendo los dos proyectos, el de disolución y el de latinoamericanización de nuestro país. Antes la solución de nuestros problemas era Europa. Ahora viene de Latinoamérica.
La Razón, 15-11-20