Copa del Rey
El 30 de mayo, si Dios quiere, el Rey Felipe VI presidirá su primera Copa del Rey, la que enfrentará al Athletic de Bilbao y al Barça. No hace falta glosar la deriva política del segundo, convertido en “algo más que un club” por sus dirigentes, ni el significado que tendrá el partido para los seguidores del primero. Así que, como ya es tradición, el primer acontecimiento futbolístico de verdadera relevancia al que asistirá el Rey lo inaugurarán la pitada, los abucheos y los insultos al himno nacional y al propio monarca.
No estaría de más que los comités de disciplina deportiva que tanto se afanan por perseguir los malos modos en los campos de fútbol se tomaran en serio el asunto. O tal vez consideren que los insultos dedicados al Rey, a los símbolos nacionales y –en realidad- a todos los españoles resultan tolerables, mientras que otros no lo son. Si este es el caso, habrá que ver con qué autoridad castigan estos últimos…
Sea lo que sea, y como es seguro que lo que va a recibir al monarca es una bronca monumental, conviene ver qué significa esta. En primer lugar, está el desprecio: los españoles siempre hemos sido seres un poco inferiores para catalanes y vascos, y así nos lo harán saber –y se lo harán saber al Rey- las respectivas hinchadas. Otra hipótesis es que de esta forma expresarán su voluntad de no ser españoles: la presencia del Rey es la mejor ocasión de hacer saber al mundo y al propio monarca, que no se le reconoce, que no se le tiene el menor respeto. Una tercera hipótesis –demasiado sofisticada sin duda, pero buena para los socialistas y algunas mentes de la derecha- es que la bronca expresa un vago deseo de ser españoles de otra forma… Que se sienten incómodos, en una palabra.
La actitud del Rey ante todo esto viene determinada por su posición. Y su posición, deducida de la institución que representa y encarna, es precisamente la que pone negro sobre blanco que ninguno de los vociferantes nacionalistas presentes en el estadio va a dejar de ser español… nunca. En el mejor de los casos, los gritos, los insultos y los abucheos serán una forma de ser español que no está lejos del desprecio hacia su nacionalidad que sienten otros muchos españoles que no son nacionalistas vascos ni catalanes. Aunque rupestre, atrasada y sin desasnar, también eso es España. Al fin y al cabo, quieren ir a aullar al Bernabéu.
La Razón, 06-03-15