La hora de la unidad
En contra de lo que se había dado por supuesto, los nacionalistas catalanes han llevado el desafío secesionista hasta el final. Sea cual sea el resultado, y aunque lo más probable es que el nacionalismo sufra después de esto un serio frenazo, ya estará hecho el boquete a la democracia española por su flanco más descuidado, que es el de la unidad nacional. No es ese el menor de los objetivos nacionalistas y por el momento, seguramente, está entre los primeros que tiene la empresa de construcción nacional de Cataluña. La existencia de la nación catalana requiere que la española no sea tal, y eso se estableció como dogma indiscutible.
Desde entonces los partidos nacionales, sobre todo el PSOE, lo son a medias, dispuestos como están a pactar antes con los nacionalistas que con los otros partidos nacionales. Así es como se ha hecho la construcción nacional catalana. Empezar a revertir la situación requerirá que el Estado vuelva a hacerse presente en Cataluña: que se instalen instituciones nacionales allí, que las decisiones de la Generalidad y su administración estén sujetas al orden legal y constitucional, que la idea, la historia y el significado de España no sean algo inútil y desechable. Ha llegado el momento de que la falta de acuerdo en este punto llegue a su fin. La nación española no es una cuestión partidista. Aún menos debería serlo para los partidos nacionales, que se sustentan sobre esa realidad nacional. Por eso tienen razón los que hablan de la necesidad de una acción “política”, pero no la tienen tanto cuando piensan en una negociación con los nacionalistas.
El consenso político que se ha logrado ante el 1-O, todo lo frágil que es, podría ser el primer paso para establecer por fin este diálogo entre partidos nacionales, dirigido en primer lugar a la opinión pública española, incluida la catalana no nacionalista, doblemente marginada en Cataluña y en el resto de España, en particular en Madrid. No es cuestión de negar la realidad nacionalista y la necesidad de tenerla en cuenta. Es cuestión de fijar una prioridad que hasta ahora no ha existido y cuya ausencia ha dado por resultado lo que vamos a vivir el domingo, con todas las consecuencias destructivas que va tener.
La Razón, 20-09-17