La victoria del nacionalismo
Recuerdo a la perfección la clase que di la mañana de hace diez años, en 2010, recién anunciado el final de la ETA. Había en clase una estudiante vasca y al preguntarle sobre el asunto, la simple expresión de la cara dejó claro el escepticismo y la amargura con la que había acogido la noticia. Aquello, efectivamente, no fue la derrota de ETA. Fue la victoria del nacionalismo. ETA estaba acosada, pero la negociación de Rubalcaba y Rodríguez Zapatero con la banda terrorista consiguió transformar lo que debía haber sido un acontecimiento histórico de afirmación democrática y nacional, en la consolidación de un pacto entre el nacionalismo y el socialismo en contra del Partido Popular. Un pacto, en el fondo, destinado a acabar con la idea misma de nación española, una idea seriamente menoscabada después de lo ocurrido entre el 11 y el 14 de marzo de 2004. Aquel día, hace diez años, se pusieron las bases de lo que ha venido después y que vivimos ahora.
Uno de los elementos de la imposible celebración de aquellos hechos lamentables se concentra en lo sentimental. Así es como se habla de «duelo», de «olvido», de «perdón» e incluso de «reconciliación», todo ello por los mismos que están haciendo todo lo posible para acabar con el trabajo de reconciliación llevado a cabo por la sociedad española y que culminó con la Transición y la Monarquía parlamentaria. Ni que decir tiene que nadie ha olvidado nada de la historia de la ETA, salvo aquellos que no la conocieron y a los que se les ha contado una mentira y que, categorías como «perdón» y «reconciliación» no se aplican aquí porque el final de ETA tendrá que llevar aparejado necesariamente una nueva actitud política acerca no sólo de los crímenes etarras, sino del nacionalismo que los motivó y que los utilizó.
No hay cuestiones sentimentales ni personales en todo esto. Hay una cuestión política, que Pedro Sánchez volvió a dejar bien claro ayer al afirmar que «el PSOE nunca ha utilizado el terrorismo cuando ETA mataba». Es imposible saber si Pedro Sánchez se limita a decir lo que le conviene en cada momento o cree realmente en lo que está diciendo. En el fondo, es indiferente, sobre todo porque esa afirmación revela una estrategia de largo recorrido y, precisamente, aquello que está en juego: la utilización de la negociación con ETA para acorralar al PP en una posición imposible. Sánchez reedita lo que hizo el PSOE hace diez años
La situación, como es natural, no es la misma. Ahora ya está consolidado el pacto nacionalista – socialista en contra de la derecha, incluido el centro derecha. El nacionalismo ha quedado legitimado como fuerza hegemónica aplastante en el País Vasco y como pieza indispensable de la gobernación de España. Y aunque no haya asesinatos, se sigue ejerciendo una violencia simbólica, y más que simbólica, contra los no nacionalistas, o más bien contra quienes no aceptan esa hegemonía. Recordar los hechos de hace diez años es recordar todos estos elementos –además de los crímenes pendientes de resolver– que configuran la realidad a la que dio a luz aquella negociación. Volveremos a comprobarlo el día en que la derecha gane las elecciones.
La Razón, 20-10-21