El PP, el nacionalismo y la izquierda postespañola

Al final, Artur Mas ha recibido el apoyo de los independentistas catalanes y, aunque más indirectamente, también los de Podemos –por eso de la España plurinacional-, de alguna federación de los sindicatos de clase UGT y CC.OO. -por lo del derecho a la autodeterminación- y a su manera, siempre sinuosa, de parte del PSC. En la tesitura en la que estamos, cuando el nacionalismo catalán hace ya tiempo que abandonó cualquier intento de aparentar que desea integrarse en la nación española, la izquierda de nuestro país vuelve a su querencia, aquella en la que España es el principal objeto a batir, el elemento común cuya desaparición late en el fondo de los corazones y los anhelos progresistas. Al revés de lo que decía Rodríguez Zapatero, casi todo es discutible… menos eso. La palabra España se le atraganta a nuestra izquierda, que sigue imaginando una patria posnacional, es decir posespañola. No podemos ser españoles o sólo lo podemos ser a nuestro modo. (El progresismo español sigue perdido en su propio sueño nacionalista).

 

Hay que recordar esta situación, que no es sólo española, para entender la posición del Gobierno ante el nacionalismo catalán. Hay quien reclama actitudes más enérgicas ante la “sedición”. Tal vez el Gobierno podía haber hecho más en cuanto a la presencia del Estado en la Comunidad Autónoma catalana, en cuanto a la financiación y sobre todo en cuanto a la promoción y defensa de la cultura española, algo que el PP nunca ha entendido ni en su valor político ni en su dimensión nacional. (De no haber sido por la ruptura independentista puesta en práctica desde 2012, la nacionalización de Cataluña habría continuado tranquilamente).

Dicho esto, hay que reconocer que el Gobierno ha hecho mucho en otros tantos aspectos, por ejemplo en el internacional, en particular en la Unión Europea, y en la estrategia de adoptar la ley como toque fundamental. Además, y por volver al principio, el Gobierno sólo cuenta con Ciudadanos en este enfrentamiento. En la política española no hay consenso acerca del nacionalismo. Y no lo va a haber. Así que cualquier paso en falso puede poner en peligro todo lo conseguido estos años en cuanto a estabilidad social y progreso económico, porque quebraría cualquier posible acuerdo entre partidos “nacionales”. Sería el gran triunfo de los nacionalistas catalanes, con repercusiones en otras Autonomías y más allá de nuestras fronteras.

La Razón, 07-02-17