Semana Santa
Aquí va una consideración puramente subjetiva: hace unos treinta años, la Semana Santa no tenía la importancia religiosa que ha ido cobrando en los últimos tiempos. Por supuesto que las procesiones y las celebraciones han sido siempre relevantes. Yo mismo recuerdo bien la visita a los monumentos a la que mi madre me llevaba por las iglesias del centro de Madrid el Jueves Santo. Sin embargo, una parte de la sociedad vivía ajena al sentido religioso de estos días. Seguramente sigue siendo así hoy en día, pero parece como si la presencia de lo religioso se hubiera ido intensificando, hasta ocupar un lugar nuevo.
Nadie podrá decir, por otro lado, que esto es un signo de retroceso. La sociedad española sigue siendo igual o más tolerante e integradora que antes. En la renovada presencia de lo católico que se produce en el espacio público en estos días no hay nada de particularmente reivindicativo. Se diría que es algo que estaba ahí y que resurge naturalmente, tal vez con la crisis o con una nueva sensibilidad ante la belleza y la seriedad de lo que el catolicismo propone en estos días. Ante la marea de trivialidad, la Iglesia ofrece sentido, además de consuelo. Son muchos los que, descreídos o poco practicantes el resto del año, se convierten –literalmente- por unas horas, las mismas que dura la procesión a la que asisten. Es un fenómeno extraordinario.
Quienes aspiran a gobernar nuestro país deberían tenerlo en cuenta. No porque tengan que legislar o decidir a favor o en contra del catolicismo, sino porque el catolicismo forma parte de la naturaleza misma de la sociedad española, de esa forma de ser que nos constituye como españoles, es decir como seres humanos. Por muchos esfuerzos que se hagan –“España ha dejado de ser católica”, afirmó Azaña con las consecuencias que todos recordamos- no se conseguirá escindir la una de la otra sin hacerlas cambiar de naturaleza.
La vuelta de lo católico está relacionada seguramente con la vuelta de la religión tan perceptible en buena parte del mundo. En nuestro país quizás haya venido de la mano del renovado intento de apartarlo de la vida social, bien visible desde que arrancó el nuevo socialismo en 2004. Conviene ser prudente, claro está, pero conviene también no negarse a ver y sacar las consecuencias de todo esto.
La Razón, 19-04-19
Foto: Procesión del Cristo de Medinaceli, Madrid, 19-04-19.