Democracias irreformables
Según una encuesta realizada para el prestigioso periódico económico francés “Les Échos”, un 55 por ciento los franceses piensan que su actual sistema de pensiones no es sostenible en el futuro, frente a un 34 que opinan que sí podría seguir funcionando. El apoyo a las líneas generales de la reforma propuesta por el gobierno se eleva a un 64 por ciento frente a un 35 por ciento que se opone (las diferentes vienen de aquellos que declaran no saber: un 11 por ciento en el primer caso y un 1 por ciento en el segundo). Es cierto que a medida que ha ido avanzando el momento de presentar la reforma, la oposición ha ido creciendo. Aun así, la opinión pública no se ha mostrado ni mucho menos contraria.
Razones no le faltan. El sistema de pensiones francés, dividido en 42 subsistemas, beneficia a unos grupos sobre otros, en particular a los trabajadores de los transportes y ferrocarriles públicos, a los de las industrias energéticas, funcionarios y… notarios. La reforma propuesta empieza a limar estos privilegios, sin anular los derechos adquiridos, y beneficiará desde el primer momento a los más desfavorecidos, en particular a las mujeres, siempre perjudicadas por la cuestión de maternidad, a quienes hayan trabajado en jornada parcial y a quienes cobren las pensiones más bajas.
El gobierno de Macron se ha esforzado por diseñar un proyecto que reduzca los perjuicios, en línea con lo que viene ocurriendo en Francia en estos últimos años. Un reciente estudio del Instituto Nacional de Estadística demuestra que las desigualdades se han ido reduciendo sistemáticamente desde 1975. No sólo es que los franceses tengan un muy alto nivel de vida. También viven en una sociedad cada vez más justa y con la riqueza más repartida.
Por si fuera poco, y en vista de la larga historia de revueltas que han suscitado siempre los intentos de reforma de las pensiones, Macron y su gobierno se han esforzado por realizar una campaña de debate y pedagogía pública siguiendo el modelo con el que respondió a la revuelta de los chalecos amarillos. Más allá de la propia cuestión de las pensiones, el enfrentamiento en curso entre el Gobierno reformista y los opuestos a las reformas entraña una cuestión fundamental. ¿Hasta qué punto las democracias liberales, como la francesa, son capaces de realizar reformas, por muy racionales y justas que sean?
La Razón, 10-11-19