«Azaña nunca pudo perdonarse». Una entrevista de Julia Escobar
Sobre J. M. Marco, Azaña. El mito sin máscaras, Encuentro, 2021.
Autor del recién publicado Azaña. El mito sin máscaras (Encuentro, 2021), José María Marco no es sólo un historiador, un profesor universitario o un articulista prestigioso, es, ante todo, un hombre de letras, vieja denominación de un espécimen en peligro de extinción, pero sin protección oficial. Sus orígenes como escritor, sus inquietudes intelectuales, sus estudios y ensayos literarios y esa soltura en la escritura, esa brillantez en la expresión, adquirida de forma temprana, que caracterizan e impregnan su prosa le han llevado siempre a tratar todos sus libros, del tema que sean, de forma amena y colorida, amén de documentada. No nos extrañe pues que Manuel Azaña, verdadero ejemplo de lo que Gil de Biedma llamaba un «letraherido», le haya fascinado hasta el punto de haberle dedicado gran parte de su vida.
La historia empieza en 1988 con La inteligencia republicana (Biblioteca Nueva), libro al que sigue el ensayo biográfico Azaña (Mondadori, 1990) y La creación de sí mismo. Ensayo sobre la literatura autobiográfica de Manuel Azaña (Biblioteca Nueva, 1991). Esta primera etapa de fascinación y entrega culmina con Manuel Azaña. Una biografía, Planeta, 1998. Casi diez años después JMM publica en 2007 una nueva edición en la editorial Libros Libres, con un epílogo que titula esclarecedoramente El resentido atormentado. Y así, transcurren casi quince años hasta este Azaña. El mito sin máscaras (Encuentro, 2021), donde bucea por «el verdadero rostro de Azaña a través de la literatura» y con el que parece haber terminado de una vez por todas con el personaje de sus pesadillas y sus sueños.
Ese tan postergado punto final ya se veía venir hace más de veinte años, cuando en una entrevista en El Mundo, de 14 de marzo de 1998, Ignacio Merino pregunta a Marco si se ha desgastado su fascinación por Azaña, a lo que José María contesta: «Más que desgastarse se ha roto. Ahora lo veo de otra forma, más problemático y menos discutible, por eso necesitaba escribir algo definitivo». ¿Qué quiere decir exactamente? Dejemos que sea él quién nos lo explique.
PREGUNTA. Has escrito muchos libros sobre temas muy variados, voy a citar los más conocidos: Francisco Giner de los Ríos. Poder estética y pedagogía, libro que, por cierto, merecería un tratamiento aparte, pero lo dejaremos para otro momento; Historia patriótica de España; Sueño y destrucción de España. Los nacionalistas españoles, 1898-2015; El verdadero amante. Lope de Vega y el amor, uno de mis favoritos, por cierto. Y a pesar de esta amplísima producción llevas muchos años ocupándote de Azaña: cinco libros desde 1988, mejor dicho, seis si contamos con la reedición en 2007 en Letras Libres de la biografía de Planeta, amén de un capítulo dedicado a Azaña, titulado La creación de la nación, en La libertad traicionada. Siete ensayos españoles (Planeta, 1997). ¿A qué se debe tu interés o esa fascinación por este personaje?
RESPUESTA. Viene de la historia de mi familia, una familia de las derrotadas en la Guerra Civil, de izquierdas, anticomunista y que abrazó la Monarquía porque comprendió muy pronto que era la única salida a la dictadura, y también viene de la forma en la que Azaña hablaba de su país, una manera nueva para alguien que había recibido una educación francesa –intelectual y sentimental. Azaña y su prosa eran una forma de hablar de España como yo no había visto nunca. Y presentaban además una dificultad propia, toda una serie de contradicciones y de secretos que constituían un auténtico desafío.
Supongo que tampoco fue ajena a esa fascinación la exposición que se celebró en Madrid en 1990 en el Palacio de Cristal del Retiro, donde fue investido Azaña presidente de la República, comisariada por ti. Pienso que repercusión de este evento no deja de tener su importancia en tu implicación cada vez mayor en su vida y en su obra.
La exposición del año 1990, en conmemoración del cincuenta aniversario del fallecimiento de Azaña en Francia, fue la culminación de siete años de investigación sobre el personaje, como lo fue el Azaña. Una pasión españolaque estrenó José Luis Gómez en el Teatro María Guerrero. Desde entonces no me había vuelto a ocupar en profundidad del personaje. Incluso la tesis doctoral viene de aquellos años de investigación en los ochenta. Y aunque yo no tuviera una visión tan crítica como la que he llegado a tener después, lo que sí se apreciaba en aquellos trabajos era la extraordinaria complejidad del personaje, irreductible a categorías simples. Azaña se estaba convirtiendo en un símbolo, pero yo ya no sabía muy bien de qué. (…)
Seguir leyendo en The Objective, 05-12-21
Ilustración: Manuel Azaña en la Plaza de Cervantes, Alcalá de Henares, noviembre de 1937.