Moros y cristianos
Durante mucho tiempo, en el Levante español moros y cristianos desfilaron juntos, convertidos en un recuerdo amable de una tradición sin más sentido que la diversión en común. Las cosas empiezan a cambiar por efecto de las guerras culturales progresistas. Si el aniversario de la Toma de Granada, otra fiesta tradicional, es una cuestión ideológica, como dice el catecismo del progresismo, era de suponer que no iban a ser los progresistas los únicos que tuvieran el privilegio de darle significado.
Como tenía que ocurrir, la celebración acaba convertida en enfrentamiento. Enfrentamiento simbólico, por ahora, pero cada vez más apasionado y más duro, porque al abocar a la reinvención de la tradición, se le devuelve una vida que antes no tenía. De pronto, lo que era una fiesta se transforma en una “seña de identidad”, con todo lo que eso quiere decir: un hecho que concierne a las personas en lo más íntimo y, dada su dimensión colectiva, las conecta con una comunidad que esa misma identidad recreada contribuye a refundar: “moros” por un lado y “cristianos” del otro, o vencedores y vencidos, o hispanófilos e hispanófobos, por no decir españoles y cualquier otra cosa… Terreno abonado, por tanto, para una buena dosis de política que, muy deprisa, cobra carácter partidista y se realimenta de las pasiones suscitadas.
A eso nos ha llevado la provocación constante, el empeño por reescribir el pasado en términos ideológicos, la demolición sistemática de aquello sobre lo que se fundaba, hasta hace poco tiempo, la convivencia.
La Razón, 03-01-20
Foto: Celebración de La Toma, Granada.