Sanculotismo y descorbatización
Hace pocas semanas, los líderes políticos del planeta más o menos liberal aparecieron juntos en Davos simulando una actitud relajada, y -claro está- descorbatados. De fondo idílico, se levantaban los montes de los Alpes suizos, en trance de descongelación, eso sí. Más que otra cosa, era una confesión patética de la incapacidad del poder político actual para gestionar ni siquiera una parte pequeña de la realidad. No iba a pasar mucho tiempo para que nuestro Pedro Sánchez se sumara a la foto. Como era de esperar, no se iba a limitar a un mensaje subliminal, como el de los felices anti héroes de Davos. Lo suyo es recrear el gesto y darle, con trazo grueso, un nuevo significado.
Las revoluciones siempre han impuesto sus modas vestimentarias. La Revolución francesa la hicieron los “sans-culottes”, que acabaron desterrando el calzón corto e impusieron el pantalón, juzgado entonces propio de la democracia popular que traían con su nueva vestimenta. Mucho más tarde, los fascistas, movidos también por su empeño en dar la palabra al verdadero pueblo, desterraron la camisa blanca e impusieron la de color negro o azul mahón, un guiño de aquellos señoritos nacionalistas a los obreros y trabajadores que, por lo visto, se habían quedado sin patria con la “deriva antidemorática” de los regímenes liberales. Tampoco eran muy amigos del traje de tres piezas los líderes populares del otro lado, aunque muchas de las decisiones más salvajes de aquellos años las tomaron hombres perfectamente trajeados y encorbatados. Poco más tarde, los peronistas tradujeron el sanculotismo en descamisamiento. Así fue como las varoniles y hambreadas masas populares, el pecho al aire, se hicieron con el poder en Argentina… y no lo han soltado desde entonces, habiendo llevado a un país antaño orgulloso, próspero y cosmopolita a la perfecta ruina. Hoy en el Congreso y en el Senado de nuestro país abundan los atuendos más o menos alternativos, siempre al gusto del consumidor. Dentro de poco será raro ver por allí una corbata, como ya lo es en la enseñanza y en la universidad.
Aquí vuelve el destape de Sánchez. El pretexto primero es el cambio climático, pero desde hace mucho tiempo en numerosas empresas de muy variados países -todos capitalistas y liberales- se desaconseja el uso de la corbata para ahorrar energía, véase Japón. El quid del asunto está en otro sitio, y hay que buscarlo en los datos pesimistas acerca de la evolución económica de los próximos meses. Hasta hace poco tiempo no comprendíamos bien la naturaleza del momento económico que estamos viviendo. Inflación, creación de empleo, crecimiento… Era una combinación difícil de interpretar. De unas semanas a esta parte, cada vez se perfila con más dramatismo la realidad de una recesión inmediata. Sánchez no va a aceptar las recetas que se le quieran imponer desde fuera, si es que se le quiere imponer alguna (la foto de Davos indica que nadie tiene ya autoridad para hacer algo parecido). En cualquier caso, el socialista va a seguir su propia política de gasto y expansión. Acompañada, en su caso, de concentración del poder político en las manos del ejecutivo con su líder a la cabeza. La podemización del PSOE y la argentinización de España toman un nuevo impulso con este gesto emancipador. ¿Quién sino un pobre “pringado” lleva corbata hoy en día? Para cuándo las chanclas…