Trump y la izquierda
Cada cual pensará de Trump, de su personalidad, sus desplantes y su gestión, por así llamarla, lo que le parezca. Se reconocerá, en cualquier caso, que el nuevo presidente norteamericano ha sido una bendición para la izquierda, o por lo menos para esa parte de la izquierda que todavía existe, que son los medios de comunicación, la universidad, los jóvenes y –en general: el término lo resume todo porque es lo que casi todo este mundo quiere ser- los artistas.
Visto de más cerca, el panorama no resulta tan brillante. Efectivamente, lo que está ocurriendo es que Trump ha conseguido que esta izquierda se crea que está viva, que sigue contando y representando algo más allá de sí misma. No es poco, pero no es bastante. Las consignas culturales y estéticas que son el terreno predilecto de esta izquierda, no ya tan nueva, no bastan para formar una coalición social suficiente, fundamento de una alternativa política en condiciones. Así que existe la tentación, en la que se cayó hace tiempo en nuestro país, de hacer del antitrumpismo el elemento fundador y aglutinante de la “resistencia”, como ella misma ha dado en llamarse. Trump, como en nuestro país el PP o el «franquismo», permite seguir creyendo que se es de izquierdas.
En el fondo, hay una equivocación monumental en el diagnóstico de lo que Trump y el populismo significan. Se tiende a verlos como efecto de un movimiento de derechas, entre conservador, neolibertario y autoritario, obsesionado con la restauración de un pretérito idealizado. Es más realista verlos como una consecuencia del hundimiento de la izquierda y de su retranqueamiento en un terreno cultural del que quedan expulsados, y agraviados y humillados, los votantes o afiliados de las antiguas organizaciones de izquierda, ya sean partidos, sindicatos o asociaciones cívicas. La crisis empezó con el hundimiento del comunismo y el auge del Front National en Francia, en los 80. Ahora alcanza a toda la izquierda.
Cuando esa izquierda cultural y/o estética reacciona con tanta beligerancia contra los trumpismos, lo que está expresando es una conciencia aguda, pero imposible de formular, acerca de su propia impotencia. Si se me permite una recomendación, en vez de caer una y otra vez en la trampa que el trumpismo les tiende, estos artistas harían mejor en pararse a pensar lo que significa querer ser de izquierdas en una sociedad tan radicalmente nueva como la nuestra.
La Razón, 28-02-17