Afirmación de la vida

A consecuencia de los atentados de los que fue responsable del yihadista Mohamed Merah cayeron asesinados, entre otras personas, el rabino Yonatan Sandler y sus dos hijos Arieh y Gabriel, de seis y tres años. Eva Sandler, la viuda del primero y madre de los dos niños, ha quedado con una hija, Liora, y embarazada de otra que no conocerá a su padre ni a los que iban a ser sus dos hermanos mayores. Tras los hechos, Eva Sandler, una mujer joven, publicó una carta que merece más publicidad de la que se la ha dado, sobre todo en nuestro país, que tan bien conoce el drama de la violencia terrorista.

 

Es un texto de una infinita nobleza, porque al mismo tiempo que expresa un sufrimiento inconsolable agradece por anticipado la compasión de quienes, aunque seamos incapaces de imaginarlo, vemos en su dolor el nuestro, el de todos los seres humanos, el de la humanidad eternamente castigada por la injusticia, la violencia, el crimen. Eva Sandler no intenta encontrar un sentido al Mal que habrá marcado para siempre su vida. Tampoco se resigna a él. Lo acepta, en cambio, como el signo misterioso de una voluntad que, aunque no pueda comprender, le requiere una actitud de agradecimiento y de amor. El Señor, que ha permitido que un asesino le arrebate a su marido y a dos de sus hijos, le dio también la ocasión de criar a estos junto a él. Eso es lo que Eva Sandler agradece, y eso es lo que nos invita a hacer mediante unos gestos muy simples, de oración y de recuerdo. Así, nos dice, mediante la memoria, contribuiremos a que esas víctimas absolutamente inocentes sigan viviendo con nosotros. No podemos vivir sin el Señor y el Señor, sugiere Eva Sandler, no puede perpetuar la vida sin nuestro amor.

Los gestos y los ritos de los que Eva Sandler habla en su carta son, claro está, gestos y ritos de la tradición judía. Sabe que su marido y sus dos hijos fueron asesinados por ser judíos y, en consecuencia, también sabe que la mejor forma de vencer el Mal y  la voluntad de muerte será perpetuar unas costumbres sagradas, entre otras cosas, porque son la manifestación de la voluntad de seguir viviendo, una afirmación de la Vida. Una vida concreta, repleta de fe y de sentido, encarnados en hechos como son la futura llegada del Mesías y la historia del pueblo del Señor.

En este sentido, la reafirmación de la vida individual de cada uno en la vida de un pueblo o de una Nación constituye un ejemplo, uno de los más grandes que sea posible imaginar, de civilización y de humanidad. A quienes matan por odio a una comunidad, como hacen los yihadistas o los antisemitas, o como los terroristas etarras han hecho tanto tiempo con los españoles, se puede responder de muchas maneras. La más seria, la más relevante, la más generosa será siempre la que afirme aquello por lo que quienes han muerto han dado, sin quererlo, lo más valioso que tenían.

La Razón, 17-04-12