Oriente Medio. Oportunidad para la paz
Israel, bien lo sabemos todos, es un país pequeño y rodeado de vecinos muchas veces hostiles. Sin embargo, hemos oído hablar mucho de él durante estos meses. Por la respuesta rápida, y de unidad nacional, al covid-19, por las investigaciones para una posible vacuna, por el test súper rápido de detección, este último creado por una start up, algo característico de la que ha venido a llamarse la “start-up nation”. También habíamos leído y escuchado noticias sobre el cerco al que se estaba sometiendo al Primer Ministro y de su plan de anexión de algunos de los territorios bajo control de la Autoridad Palestina… Hasta que llegó la noticia del acuerdo entre Israel y Emiratos Árabes Unidos (EAU).
No es el primer acuerdo de Israel con un país árabe. Hubo una alianza estratégica con Turquía, el primer país musulmán que reconoció a Israel, y están vigentes acuerdos fructíferos con Egipto y Jordania. La novedad es que uno de los involucrados en los “acuerdos de Abraham” (no sé si es un nombre muy afortunado) forma parte del tronco mismo del mundo árabe o musulmán, lo que rompe un tabú de décadas. También es una respuesta nueva al imperialismo terrorista iraní con el que tan a gusto se sienten nuestros social-peronistas de Podemos. Llega después de muchos meses de negociaciones y obstaculizará, si se cumple, los planes de Irán, el principal agente desestabilizador de la región, una amenaza para la existencia misma de Israel. Hay quien ha apuntado que el acuerdo es una consecuencia irónica de la tolerancia de Obama y la UE con el programa nuclear iraní. Indica sin duda que Estados Unidos no ha abandonado su papel en la zona, crucial para cualquier avance hacia la paz.
Abre, finalmente, una oportunidad a los palestinos, que ven cómo Israel cede en sus pretensiones de anexión. Ahora les toca a ellos. La vuelta a la solución de los dos Estados, tan desacreditada en la opinión pública israelí, les invita a tomar la iniciativa. EAU, claro está, también gana con el acuerdo y sale del absurdo gueto en el que se han encerrado algunos países árabes. Ganaría más si los palestinos abandonaran de una vez el papel de víctimas en el que se complacen desde hace décadas. Parece que va a dejar de ser tan rentable como hasta ahora para sus dirigentes. Aunque también es cierto que hay países y grupos que gustan de vivir en la marginalidad.
La Razón, 18-08-20