Agenda 2018
Se podrá hacer, claro está, pero resulta difícil negar los éxitos del gobierno de Mariano Rajoy. Muchos los concentran en la economía (crecimiento del PIB, creación de empleo, reducción del déficit, nuevo modelo productivo), pero hay otros: la consolidación de las instituciones, la legislación contra la corrupción, el encauzamiento del problema del nacionalismo catalán mediante el consenso. Incluso si sólo se recuerda la cuestión económica, también es difícil negar que esta tiene por objetivo la ampliación y la vuelta a la prosperidad de las clases medias después de los rigores, y los riesgos, de la crisis.
Todo esto, que es gigantesco, no se traduce sin embargo en el respaldo electoral que tal vez sería de esperar. Aparte del coste de la gestión de la crisis y los coletazos de la corrupción, quizás una de los elementos que perjudican al Partido Popular es algo que también ha sido crucial para conseguir estos éxitos. Es esa alergia del presidente a todo lo que pueda poner en riesgo la realidad del progreso, algo que se traduce en una suerte de obcecada negativa a dar sentido a la propia acción, actitud entre aristocrática y popular que lo fía todo a la existencia de una comunidad de valores que posiblemente ya no exista en una sociedad como la nuestra. A esto, que parece borrar la dimensión política de la acción gubernamental, se añaden las interferencias creadas por el tirón tecnocrático y el reflejo neurótico de siempre, que lleva a descartar todo lo que no venga del progresismo, actitud en desfase con la realidad de la sociedad española.
Retomar la iniciativa, en estas circunstancias, se antoja complicado. Hay sin embargo algunos ejes claros. Uno es encabezar la agenda reformista, casi abandonada desde 2015, pero que tan buenos resultados ha dado siempre. Otro es liderar la ola patriótica como debe serlo: con sensatez y voluntad integradora, pero con claridad. Y otro es la dignificación del Estado en todas sus variantes, desde la independencia judicial a la nueva presencia del Estado allí donde se la echado de menos, por ejemplo en Cataluña. Las tres son continuación de lo hecho antes, pero en eso, en la continuidad y la renovación –el famoso “al mismo tiempo” reinventado por Macron-, está la esencia de una política como la del Partido Popular.
La Razón, 02-01-18