Aniversario melancólico
El aniversario de la aprobación de las leyes que debían llevar a proclamar la República Independiente de Cataluña conduce a una reflexión un poco melancólica acerca de la capacidad de la sociedad española para superar intentos revolucionarios, o golpistas –es el apelativo más generalizado- como aquellos.
Está claro que el “procés” está finiquitado. A pesar de todas sus bravatas, Quim Torra es incapaz de diseñar una estrategia mínimamente coherente para conseguir lo que dice ser su objetivo. Soñar en voz alta y poner al servicio de esa ensoñación buena parte del aparato del Estado en Cataluña puede dar sensación de realidad, pero no lo es. Las fuerzas que entonces apoyaron la intentona están hoy tan divididas que es imposible abrir el Parlamento catalán: el baño de funcionarios y leales que se dio Torra en un teatro es más que nada un signo de debilidad. Los procesos judiciales siguen su curso, y por ahora los presos no van a ser puestos en la calle. El despliegue de lazos amarillos, tan antipático, no deja de ser una provocación de adolescentes retrasados.
No sólo los nacionalistas no han conseguido ninguno de los objetivos que se propusieron hace un año. También han bloqueado la construcción de la nación catalana para muchos años, seguramente para décadas. Aun así, existe la percepción de que la crisis catalana está no ya muy lejos de haberse cerrado, sino ni siquiera de empezar a remitir. Como informaba ayer La Razón, la fuga de empresas se multiplica, un 8,1 % de los empresarios piensa en irse y el turismo se desploma.
Se puede entender el estancamiento en cuanto a los nacionalistas. Cuatro décadas de hacer lo que les ha venido en gana, sin oposición por parte del Estado, crean hábito. No debería ocurrir lo mismo con los partidos nacionales. Un año después del levantamiento, llevamos ensayadas al menos tres estrategias en cuanto al tratamiento del asunto. Mientras las cosas sigan así, no hay razón alguna para que los nacionalistas, o al menos una parte relevante de ellos, cambien de táctica.
La Razón, 07-09-18