Ante el PSOE
La enrevesada maniobra de los socialistas para evitar un gobierno con Podemos quedó en evidencia en el tono impostadamente presidencial de la última intervención de Sánchez durante el (falso) debate de investidura. Aquel discurso estaba escrito antes de todo. Jamás había habido la menor intención de gobernar con los populistas de izquierdas. Sánchez, hombre de Estado, había conseguido evitar un gobierno hipotecado, frágil y desacreditado desde antes de empezar.
En buena lógica, el siguiente paso habría sido iniciar algún tipo de acercamiento a Ciudadanos y al Partido Popular, aunque sólo fuera para llegar a una mayoría de investidura para un gobierno en minoría. Pues bien, no ha habido ni un gesto que haya ampliado en algo la petición de abstención formulada a C’s y al PP al tiempo que se hacía como se negociaba con los podemitas. Tampoco aquí hubo nunca la menor voluntad de alcanzar un acuerdo.
Mucha gente clasifica al PSOE en la socialdemocracia europea. Lo que le distingue –y tal vez por eso ha sobrevivido al hundimiento de los partidos socialdemócratas- es que en la médula de la actitud del socialismo español está la aversión radical al centro derecha. Es una de las razones de ser del socialismo español, ya desde Pablo Iglesias (el fundador), pasando por los socialistas de cátedra y los de la Segunda República, Felipe González (que avisó a Nicolás Redondo Terreros de dónde estaba el adversario cuando este intentó una alianza PP-PSOE contra el nacionalismo vasco), hasta hoy mismo. Acabamos de ver a los socialistas rechazar la oferta de Javier Esparza y optar por un acuerdo con nacionalistas y filoetarras en Navarra.
El asunto no tiene solución y contamina toda la vida política, además de la cultural y académica de nuestro país. En el terreno puramente político se puede fingir que se desconoce esta realidad y urgir a PP y C’s a llegar a alguna clase de acuerdo con el PSOE. Mejor sería adoptar una actitud de prudencia: esperar a que los socialistas den el primer paso y evaluar con cuidado las repercusiones de cualquier gesto de aproximación. Está claro lo ocurrido con Podemos. Tampoco hace falta, por otro lado, subir demasiado el tono contra el PSOE. Al revés: cuanto más se gesticule y más se alce la voz, más se dará a entender que se carece de una posición propia.
La Razón, 30-07-19