Centralidad
Además de la coartada europeísta (estaría mejor decir “uropeísta”), el principal argumento del Gobierno y del PSOE para la supresión de la sedición en el Código Penal es aquel según el cual el enfrentamiento político en Cataluña ha dejado paso a una conversación civilizada entre sujetos racionales, que no buscan revancha ni venganza. Estamos muy lejos, sigue diciendo el argumento, de los años en los que se enfrentaban posiciones irreconciliables acerca de la esencia de entidades inexistentes, como son eso que se llamaba las naciones. Ha llegado la hora de dialogar, o conversar, en un “marco de centralidad” del que quedan excluidos los intransigentes y los fanáticos. Por un lado, Junts, que después de esto en Cataluña queda reducido al folklore protocarlista. Por otro el PP, con VOX y C’s.
A efectos prácticos, o electorales, este argumento será rentable en Cataluña, a pesar de una subida previsible del PP. Es probable que no lo resulte tanto en el resto de España, pero eso al Gobierno y al PSOE no parece importarles. De hecho, el argumento gubernamental lleva incorporado un efecto político retardado. Y es que si la derecha gana las próximas elecciones legislativas y el nuevo Gobierno deroga la supresión de la sedición, junto con algunas de las numerosas leyes ideológicas, la oposición a la que se enfrentará se alzará otra vez con el banderín del centro y la moderación. Y eso a pesar del radicalismo de esas misas leyes, y a pesar también de la brutalidad previsible de la oposición nacionalista – socialista. El Gobierno y el PSOE están preparando el enfrentamiento que vendrá si pierden las elecciones. Aquí no habrá conversación ni diálogo que valga.
Desde 1996, pasando por el 14-M y el Procés, sabemos lo que nos espera. Sería conveniente por tanto que la derecha española tuviera bien armado el argumentario que permitiera a la opinión pública comprender quiénes son los extremistas. El centro en España casi siempre ha ido a rebufo de lo que dicta el PSOE. Habrá que empezar a pensar en una definición propia. Es posible que lo que esté en juego sean las elecciones de 2027.
La Razón, 14-11-22