Coalición… pero menos
De salir las cosas como parece que está previsto, dentro de poco tendremos un gobierno de coalición, el primero de la democracia. Novedad cierta, que merece ser celebrada por lo que indica de mudanza en los usos políticos, y que merecería serlo aún más de no descubrir, en la tramitación que lo ha traído y en su previsible conformación, más fallos que aciertos, y eso en el misma arquitectura partidista de nuestra democracia.
Se trata, en primer lugar, de una coalición de izquierdas. Esto –claro está- no es bastante para criticarla. Sí es cierto que la coalición restaura en sus nuevos términos uno de los pilares del antiguo bipartidismo, incluida la necesidad del apoyo de los nacionalismos. Novedad relativa, por tanto. Además, se perfila un gobierno considerablemente sesgado a la izquierda, con todo lo que eso –“izquierda”- significa en nuestro país: asfixia económica, intervencionismo ideológico, crítica de la Transición –y de la Monarquía parlamentaria-, simpatía por los nacionalismos… Volvemos a una izquierda pre Felipe González, la de los “pueblos ibéricos” y la fe en el socialismo. Habrá que ver qué queda que celebrar del gobierno de coalición dentro de uno o dos años.
La auténtica novedad habría sido una coalición diferente, que reuniera a partidos de posiciones ideológicas diversas y hubiera reducido en el ámbito nacional la influencia de nacionalistas e independentistas. En este punto, que tantos achacan a Ribera, se reconocerá que Sánchez no ha hecho nada por elaborar algo más que una “mayoría de investidura”, salvo apelar al chantaje de unas nuevas elecciones. No es de extrañar que se le haya contestado con un “no”, que probablemente habría dejado de ser tal de haber demostrado el candidato menos reticencia.
Así que en vez de la coalición nacional –o el gobierno de concentración- que el golpe de Estado en Cataluña requería, y requiere, Sánchez intentará lo de siempre: tratar de encauzar el nacionalismo mientras lo utiliza para neutralizar a sus adversarios de la derecha. Sólo que ahora el nacionalismo es independentismo abierto, y su manejo supone acelerar la deslegitimación de aquello por lo que Sánchez está en el gobierno. Así que la coalición que deberían haber puesto en marcha los sucesos de septiembre y octubre de 2017 se cumple, pero para agravar las consecuencias de todo aquello, y no para frenarlas. ¿Coalición?, sin duda, pero en modo paródico.
La Razón, 23-07-19