Contra el PP
La izquierda española suele ser de una frivolidad sorprendente. No hace mucho sostenía que la revolución burguesa no se había hecho como había que haberla hecho y proponía una revolución proletaria para rematarla (no se sabe en qué sentido). Un tiempo después sustituyó la revolución por la nación y desde entonces se trata de acabar con la nación que los españoles, demasiado flojos, no supimos construir. Es decir, se critica una cosa porque no se hizo pero se propone que se acabe con aquello mismo que se tenía que haber hecho y se hace todo lo posible para que no ocurre nunca.
La actitud ha vuelto a primer plano estos días, con el postureo generalizado previo a la posible investidura de Mariano Rajoy. No es que estemos contra el postureo, algo entretenido y necesario en la política democrática. Otra cosa es que llegado el momento de hacer las cosas para las que se ha llamado al electorado, las bazas que se han recibido se jueguen no para adelantar el propio programa, sino para impedir que gobierne un partido, en este caso, el Partido Popular.
Todo se reduce a eso. Nadie que no sea el Partido Popular puede formar gobierno, pero como el Partido Popular no puede formar gobierno solo, aprovechamos la situación para evitar que forme gobierno el PP. No hay más. Al final, ese era el único objetivo, el único programa que llevaban a las últimas elecciones los partidos españoles, nacionalistas y no nacionalistas, regeneracionistas y veteranos.
Ni qué decir tiene que la culpa de esto también la tiene el Partido Popular, en particular Mariano Rajoy. Lo natural, en una democracia, es que gobierne quien no ha ganado las elecciones. Y lo importante, lo que cuenta, no es que una sesión de investidura sirva para investir a un Presidente. Lo importante es el puro funcionamiento institucional, una suerte de metademocracia vacía, sin contenido, que Rajoy y el Partido Popular, obsesionados con su perverso empeño de querer gobernar al haber sido los más votados, se empeñan en sabotear. El argumento se cierra sobre sí mismo en un espléndido ejercicio masturbatorio. Sánchez y el PSOE no gobiernan ya contra el PP, como ocurrió en tiempos de Rodríguez Zapatero. Ahora impiden que pueda gobernar al PP porque ha ganado las elecciones. Se entiende que los nacionalistas estén encantados con el juego. Que lo esté también Ciudadanos… se ve que los nuevos políticos siguen sin salir de la edad del pavo.
La Razón, 29-07-16