El despropósito
La muy tremenda sentencia del caso Gürtel condena al Partido Popular a 245.492 euros como partícipe a título lucrativo, lo que significa que el PP no estaba al tanto de la trama de extorsión. (Más grave resulta lo ocurrido con la mujer de Bárcenas, algo escandaloso.) Los jueces tampoco han demostrado la culpabilidad de ningún miembro actual del PP y ponen en duda la credibilidad de los testigos, en particular el Presidente de Gobierno. La observación es inane, y tal vez roce algo más grave que la inanidad. Las sentencias no sirven para que los jueces emitan opiniones sobre lo que les apetezca. En compensación del estupendo parto de los montes -vivimos en la sociedad del espectáculo– el castigo a los culpables es fabulosamente duro.
Esto en el terreno judicial. En el político, nos encontramos con unos partidos decididos a hacer realidad lo imposible. Uno, como el PSOE, porque ha planteado una moción de censura sin tener mayoría de gobierno y otro, como Ciudadanos, porque infringe el mandato constitucional de que las mociones de censura sean “constructivas”, lo que descarta mociones “instrumentales”, destinadas a acabar con el gobierno y convocar elecciones.
Los dos casos son graves. El primero revela una profunda irresponsabilidad, en particular en la situación de crisis nacional provocada por el independentismo catalán y desgastará a todos, en particular al promotor. El segundo sugiere que los nuevos partidos están dispuestos a recurrir a las peores maniobras, incluidas aquellas fundadas en el desprecio hacia las instituciones, con tal de salirse con la suya. (Para evitar irregularidades como esta en muchos países rigen sistemas mayoritarios de elección, aunque hasta ahora no había sido necesario nada parecido en nuestro país.)
En el fondo late la nefasta retórica de la regeneración, que obliga a los que la asumieron a llevarlo todo al límite, como si no bastara con que se hubieran depurado responsabilidades, sentenciado el caso y promulgado una impresionante batería de leyes y normas anticorrupción. Hay que ir más allá y limpiar, purificar, abrasarlo todo. Nadie sale indemne de esto.
La Razón, 29-05-18