El Palau Sant Jordi y la censura
La negativa del Ayuntamiento de Barcelona a cumplir sus compromisos con Vox para la cesión del Palau Sant Jordi el 30 de marzo es una prueba más de cómo se entiende la democracia en la Cataluña de soberanistas y podemitas. De creer la versión de Vox, no hay límite. Se puede censurar un acto pacífico, una reunión política de un partido legal en el marco, además, de unas elecciones generales a las que ese mismo partido concurre de forma legítima.
Habrá quien siga hablando, por razones interesadas, de ultraderecha. La única ultraderecha que hay en España es la de los secesionistas, empeñados en crear una Cataluña a su medida. A ellos se suma, desde el otro lado del espectro político, Podemos y sus amigos, para los que la libertad de los demás no existe. Con el agravante de que el PSC ha tomado parte en el asunto y pidió, antes que se hiciera público el veto, la censura del acto del 30 de marzo.
Tampoco están quedando muy bien los demás partidos, en particular Valls y Ciudadanos. Acatar un acto tan descarado de censura indica que el republicanismo de Valls (“la liberté”…) y el liberalismo de Ciudadanos (el progresismo…) tienen límites bien concretos. Al dejar bien claro que se prefiere obstaculizar la acción de los rivales por medios poco democráticos, el gesto convierte el llamamiento al veto a Vox por Valls en un ejercicio de hipocresía. Ya se ha puesto en marcha el veto, antes incluso de que empiece la campaña.
No menos difícil va a ser la gestión de la precampaña y la campaña en Barcelona. No sabemos si el Ayuntamiento y el PSC intentarán impedir cualquier acto público de un partido que no les agrade. ¿Puede el Ayuntamiento negar sus instalaciones a partidos legales? Y si esos partidos pretenden, como es de esperar, realizar sus actos de campaña en otros lugares, ya sea en la vía pública o en locales privados, ¿va el Ayuntamiento a hacer todo lo posible para que se desarrollen sin problemas, como es su deber? O tal vez se busca, con la colaboración de los grupos violentos secesionistas, provocar unas imágenes que refresquen, en el imaginario soberanista, las del 1 de octubre…
Por desgracia, todo en Barcelona y en Cataluña habla de una situación excepcional que amenaza con desestabilizar el sistema entero.
La Razón, 11-01-19