El relato del empleo
Todo el mundo habla de “relatos” y todo el mundo habla también de “fake news”, siendo así que casi nadie se pregunta acerca de la relación que existe entre unos y otras. En el caso del empleo en nuestro país, por ejemplo, se ha consolidado un doble relato: el de que la salida de la crisis ha sido automática, y la de que de que el empleo que se está creando es precario, o que su calidad ha empeorado con respecto a las condiciones de antes de la crisis, cuando superábamos los veinte millones de ocupados y había 1.800.000 parados.
Lo primero que conviene recordar es que desde entonces hemos pasado por momentos en los que el paro afectó a más de seis millones de personas y que el empleo se derrumbó hasta los 17 millones de personas, a principios de 2013. Salir de aquel agujero era lo fundamental, y aunque ahora parece haberse impuesto la impresión de que el cambio estaba como establecido por las leyes de la providencia, conviene recordar que sólo las medidas de reforma del mercado laboral llevaron a que se iniciara el cambio. Cambio, por otro lado, sin el cual nos habríamos visto abocados a una doble crisis política: la de la subida imparable del populismo, detenido por las nuevas condiciones económicas, y la derivada de la crisis nacionalista, porque si la arremetida secesionista ha sido fuerte en las actuales condiciones, es fácil imaginar lo que habría sido de haberse perpetuado aquella situación.
En cuanto al relato del empleo de mala calidad, hay que recordar que aunque no se ha recuperado todavía todo el empleo perdido durante la crisis, sí se ha recuperado todo el empleo indefinido que existía entonces. Eso quiere decir que se está creando empleo de mayor calidad a un ritmo superior al de la propia creación de empleo, siendo este muy alto. De lo que se trata a partir de aquí no es de derogar las reformas, sino de profundizarlas, con medidas como las que ayer propuso Fátima Báñez y con la continuación de las mejoras para facilitar la contratación. Los partidos con aspiraciones a gobernar deberían estar en condiciones de demostrar su disposición reformista negándose a caer en las “fake news” que configuran unos “relatos” ajenos a la verdad.
La Razón, 26-01-17