Espanya som tots
El éxito de la manifestación del domingo en Barcelona (precedida del fracaso de la consulta ilegal) abre una nueva situación política en Cataluña. A partir de ahora, a los partidos nacionales les será más difícil dejar la Comunidad Autónoma catalana en manos de franquicias locales, como el PSC, o del nacionalismo llamado moderado, como durante tanto tiempo hizo el PP. También el Estado habrá de asumir una nueva responsabilidad. Se le ha exigido que esté presente en Cataluña porque Cataluña… forma parte de España. Así que sus responsables no podrán seguir olvidándose de la población catalana: ni la mayoritaria, que quiere seguir siendo española y que –de forma extraordinaria- no guarda el menor rencor por la discriminación a la que se le ha sometido, ni tampoco a la minoritaria, que ha vivido un sueño que el domingo empezó a derrumbarse (y empezar a derrumbarse, en casos de alucinación colectiva como esta, es derrumbarse del todo).
La manifestación también plantea un nuevo escenario en la política nacional. Al reintroducir por la puerta grande las palabras tabú –España, nación, nacional- ha deshecho de una vez el sortilegio vigente en todos estos años. La izquierda –es decir, el PSOE- no tiene ya ese plus de legitimidad que le daba el supuesto fracaso de la nación. La nación existe, y con qué vigor, y como existe el bien común, no se puede seguir haciendo del PP un partido en el borde mismo de lo ilegítimo. A partir de ayer todos somos compatriotas. Se acaba de abrir la puerta a una izquierda nacional, a la que se le pedirá que sea capaz de pactar con el centro derecha las grandes cuestiones, entre ellas las de la nación.
El PP se ve abocado a dejar atrás el papel, en el que ha llegado a sentirse tan cómodo, de partido nacional por defecto. La nueva situación le pone ante la responsabilidad de elaborar una posición y un discurso mínimamente explícitos, capaces de convencer a los ciudadanos. Sin duda es arriesgado, pero ya hemos visto a qué abismo, para Cataluña, España y la UE, han conducido las ilusiones previas. Durante la crisis se habló mucho de cambio y regeneración. Después del éxito económico del gobierno y de la sociedad española, ha llegado el momento de la renovación política.
La Razón, 10-10-17