¿Fin de época?
Como viene ocurriendo hace ya bastantes años, también este Primero de Mayo mostrará la decadencia de los llamados sindicatos de clase, encerrados ahora en reivindicaciones identitarias, neofeministas y secesionistas. Corresponden, eso sí, a la deriva de una izquierda que ha perdido el rumbo en busca de un voto radical que nunca, por mucho que grite, por muchas groserías que se permita y por mucha gente que saque a la calle, va a conseguir una mayoría social. De hecho, cuanto más vocifere, cuantas más groserías vomite e incluso cuanta más gente saque, menos respaldo va a tener. Que no lo entienda significa que la izquierda está liquidada como proyecto político.
Tampoco el nacionalismo tiene grandes días por delante, a pesar de las apariencias. El final del “procés” ha disipado cualquier atractivo que pudiera tener. Lo conseguido por el PNV con las pensiones, que sin duda es un éxito, revela lo absurdo de la situación actual. Es grotesco que los partidos nacionales constitucionales no fueran capaces de llegar a un acuerdo en este punto y se hayan conjurado para regalar una baza estratégica, como esta, al nacionalismo. De donde se deduce que la única fuerza real del nacionalismo es la inconsistencia del discurso nacional y constitucional de los demás. La lección para los próximos meses, en el Pacto de Toledo y en otras instancias, resulta muy cruda.
En cuanto a la economía, nadie niega los problemas, antiguos y nuevos, de la española, en particular los referidos a la educación y a la exclusión de jóvenes y parados de larga duración. Ahora bien, hemos salido brillantemente de la crisis, en buena medida gracias a las reformas en el empleo, y han quedado demostrados la resistencia y el dinamismo de la sociedad española. A pesar del ambiente de fin de época que se respira en el PP, no hay razones para el desánimo. Las hay para tomar la iniciativa y proponer nuevas medidas. Desde por lo menos 2015 no sirven las fórmulas previas. Pero están echados los cimientos para elaborar otras.
La Razón, 01-05-18