Hacer política
El Partido Socialista, e incluso Pedro Sánchez, tienen algo de razón cuando preconizan la llamada “desjudicialización de la política”. Lo ocurrido con el “procés” y su fracaso, después del referéndum ilegal, merecía un tratamiento distinto del que ha tenido. Los jueces se han visto obligados a asumir en solitario la defensa del Estado, pero no es esa la labor que les corresponde, o al menos no son ellos los únicos que deben asumirla. En esa trinchera, y antes de los jueces, están los políticos. Y en el asunto de Cataluña, los políticos han dado muestras de una dejación extraordinaria. A veces se echa de menos otro juicio, en paralelo al ya producido y a los que vienen, que aclararía la responsabilidad de los políticos que incumplieron su deber ante el intento de secesión.
El deber básico era, como dice el PSOE, de orden político. Ahora bien, su contenido era opuesto al que ahora está poniendo en práctica el gobierno. Porque en cualquier Estado democrático mínimamente razonable, lo evidente, en la situación que hemos vivido, era pactar con las demás fuerzas políticas nacionales, no llegar al poder y luego gobernar con los secesionistas contra los otros partidos de ámbito nacional. Esto es política, pero es una política aberrante.
Y aun así, la cacicada del nombramiento de una ministra para la Fiscalía General ha corroborado que esa va a ser la línea del nuevo gobierno. La oposición habrá de pensar, no sólo en expresar su indignación ante el activismo gubernamental –incluso para intentar evitar la “politización de la justicia” y con ella el desprestigio de las instituciones- sino también en inventar nuevas formas de hacer política. Por ahora, se empieza a entrever un nacionalismo catalán dispuesto a aplazar la cuestión de la secesión sin dejar de apremiar al Gobierno central con sus exigencias, más duras cuanto más serio resulte el aplazamiento… El experimento puede tener un éxito relativo durante un tiempo, pero es seguro que va a resultar desastroso a largo, y probablemente a medio plazo. Hará falta un talento político fuera de serie para manejar una situación como esta. Se abren por tanto muchas posibilidades para la oposición. Más aún se le abrirían si supiera ofrecer al conjunto de los españoles, incluidos los catalanes, una idea distinta de la de esa España federalizada y post nacional a la que aspira el PSOE de Sánchez.