Integración
Sobre Pablo Casado ha caído, como era de esperar, todo el repertorio de improperios: desde ultra (derechista, se entiende) hasta Puigdemont mesetario (esta última, de las más divertidas). No hay nada nuevo. Habrá algún convencido, claro está, y otros sabrán que se trata de una maniobra destinada a forzar a la dirección del Partido Popular a hacer suyos los esquemas progresistas. Es la mejor manera de encerrar al PP en la percepción tóxica de ultraderechismo, que es lo que ha ocurrido estos años. La lección viene de lejos: cuanto más se “centra” el PP, más a la derecha es percibido.
La respuesta no consiste en corretear de un lado para el otro del espectro ideológico, ni en andar negociando ideas, eslóganes y propuestas para establecer algo así como un mínimo común denominador doctrinal. La respuesta es escuchar a todo el mundo, asegurarse de que todos participan en el debate y ser capaces de construir un marco de referencia que haga comprensible la acción política. Más abstracto y más complejo que los famosos “relatos”, ese marco de referencia permite dar sentido a lo que se va a hacer y a lo que quedará, inevitablemente, descartado.
Las etiquetas ideológicas pueden ser útiles para establecer un contraste con el desierto de ideas establecido por un Rajoy alérgico –por razones que aquí nos hemos esforzado por entender- a todo lo que fuera dar un sentido explícito a la propia acción. No van más allá, sin embargo, y conforman un terreno minado en una sociedad fragmentada, saturada de ideología disfrazada de moral y con una parte importante de la opinión pública entusiasmada con el activismo permanente.
El centro, que no existe fuera de las circunstancias concretas de la acción política, dependerá por tanto de ese marco de referencias. Y en la base de esa construcción está la idea de España: la España de todos, como es natural, y la España real, no una ideal soñada por ideólogos y nacionalistas. No creo que haya mejor principio para una integración destinada a reconstruir el centro.
La Razón, 24-07-18