Irrelevancia
La puesta en escena del debate de investidura de ayer puede corresponder a lo que nos espera en la legislatura que viene. El mensaje de Rajoy, mucho más interesante de lo que a veces parece suponerse, da buena cuenta de lo que pretende el Presidente del Gobierno: unos años que consoliden la salida de la crisis y permitan, gracias a la ausencia de mayoría absoluta, un impulso de fondo a las reformas necesarias. Siempre hemos sabido que Rajoy piensa que algunas reformas sólo pueden hacerse con un gran respaldo. Sin este, no sólo son irrealizables. Son contraproducentes, en caso de que se quiera ponerlas en marcha.
A esta gran invitación, y al tono moderado con el que fue formulada, hubo diversas respuestas. Podemos juega a lo suyo, y como el narcisismo de Iglesias no ha anulado del todo su sentido del humor, resulta un buen contrincante… en la pura retórica, y aunque sólo sea para regocijo del público, o de la gente. Nunca se sabe si Iglesias y sus compañeros politólogos se dan cuenta de que gracias a ellos no corremos ningún riesgo de que la izquierda vuelva a gobernar en España en muchos años. No es de extrañar que Rajoy aprecie como el que más el humor del líder podemita.
Rivera desplegó su tono habitual, que Rajoy le agradece, sin duda. Ciudadanos no es imprescindible, pero es relevante y su contribución será bienvenida. Al Partido Popular le hace falta volver a aprender a dialogar y también a explicar sus decisiones. Ciudadanos es una formación bisoña, pero el PP no debería dar por sentado que en eso, que tan necesario resulta para los populares, les van a dejar ganar siempre.
Queda el Partido Socialista, que siendo imprescindible –al revés que Ciudadanos-, dio ayer la impresión de haber caído en la irrelevancia. Están muy cerca los hechos que condujeron a la caída de Pedro Sánchez, pero el PSOE debería ser consciente de que más allá de cualquier tópico sobre su inverosímil carácter socialdemócrata, sí que ha sido un partido de gobierno. Y por mucho que se empeñe en demostrar que no, que ya no lo es ni lo quiere seguir siendo, está fuera de su alcance cumplir esa voluntad. En otras palabras, cuanto antes salga del argumentario de campaña, de los eslóganes y de la negación de la realidad antes recuperará, con suerte, el sitio que le corresponde.
La Razón, 28-10-16