La Catedral de la Almudena
La Catedral de la Almudena siempre ha suscitado una especial animadversión. Revela más de quien la expresa que de la propia iglesia, obra, en su tramo final, del gran Fernando Chueca Goitia, conocedor como pocos de la ciudad de Madrid y la arquitectura española.
De las cosas que molestan de la Almudena está el haber acabado con la irregularidad de que Madrid no tuviera catedral por mucho que San Isidro hubiera cumplido ese papel con dignidad durante muchos años. Que además lo hiciera en 1993, por Juan Pablo II y en pleno proceso de secularización, vivido como una forma de emancipación, resulta particularmente molesto: un borrón y un guiño impertinente a lo ocurrido en otros países después de otras dictaduras, allí donde la religión ha vuelto en vez de irse.
También molesta el estilo ecléctico de la catedral: entre clásico, escurialense y barroco fuera, en el interior gótico, y romántico, más que románico, en la cripta. La combinación resulta repelente para la elite dirigente española, que del criterio estético ha hecho –o ha asimilado, sin darse cuenta- el fundamento de su hegemonía cultural y política. En el núcleo de lo que más desprecia esa minoría selecta está el eclecticismo, signo de tolerancia: lo suyo es la distinción, la pureza de líneas, el dogma. La catedral de la Almudena sugiere, además, que lo que triunfó con la Monarquía parlamentaria de 1978 fue un régimen liberal y abierto, continuador de la odiada “Restauración”. Nada más desagradable ni de peor gusto. Satánico, en sus justos términos.
Por si fuera poco, el eclecticismo es un estilo muy madrileño, ciudad que siempre ha jugado un papel central en el imaginario de esas elites. Para ellas Madrid es hostil a lo auténticamente español, que habita en los pueblos de España, en particular en aquellos donde ha cuajado el nacionalismo antiespañol. (Los demás están muertos: somos así de retorcidos.)
El posible enterramiento de los restos de Franco en la Almudena no es una buena noticia. Eso así, corrobora esa peculiar capacidad de la catedral madrileña para convertirse en piedra de toque de la historia de nuestro país.
La Razón, 16-11-18
Foto: Estatua de Juan Pablo II en la Catedral de la Almudena, Madrid