La diversión. El debate de investidura y la nueva política
La función celebrada en el Congreso los últimos días es la materialización de la “nueva política”. Su tercer gran éxito, después de la paralización política de nuestro país y el cerrojazo al ciclo de reformas. Está la huida hacia delante de los nacionalistas que se enfrentan al tope de la nacionalización de sus territorios y que en vez de aceptar la realidad, optan por jalear la inestabilidad y arruinarnos a todos, incluidos ellos mismos. También están los populistas, que sueñan con volver a prender la llama del nacionalismo español porque sin eso –que no va a ocurrir- están condenados a la marginación: gracietas de tertuliano profesional, Salud y República, puño en alto y otras sandeces de asamblea universitaria. (Hay que reconocer que Iglesias es, con Rajoy, el único con sentido del humor de la nueva situación: un auténtico desperdicio.) Finalmente, están los socialistas que han asumido el triste papel de tronco y raíz de la posición antisistema, la del No sistemático a desbloquear una situación excepcional. Sobre ellos y a su costa, gracias a la sangría de votos que trae cada nueva elección, gesticulan los nacional populistas. Cuanto mejor es la situación económica y cuanto más lejos están de gobernar, más se radicalizan y más suben el tono.
Estamos en uno de esos períodos de locura transitoria por los que la vida política española pasa cada 40 ó 50 años. En estas condiciones, es impensable que se pueda formar una mayoría sólida que sostenga una acción de gobierno. Algunas veces se preconiza el “gobierno del parlamento”. Es algo incompatible con la constitución política de nuestro país, pero incluso si fuera posible, requeriría realismo, lealtad, dignidad. Actitudes inexistentes excepto en dos partidos: PP y Ciudadanos.
Sea cual sea el final de este ciclo compulsivo de elecciones e investiduras, debería empezar a prepararse el terreno para las elecciones que abrirán la XIII legislatura. Y la única estrategia útil sería la que llevara a los dos partidos nacionales, los dos que sostienen el sistema (en los últimos años, este papel lo ha cumplido el PP en solitario) a conseguir mayoría absoluta entre los dos. Si Ciudadanos se decide, debería ser capaz de crecer hacia la izquierda. Y si el PP sigue recobrando su impulso centrista y nacional, lo esperable es que recupere e incluso incorpore nuevos electores. No hay más solución que recomponer el bipartidismo, en continuidad con la esencia de nuestro sistema.
La Razón, 02-09-16