La España que une
El decálogo que Pablo Casado desgranó ayer en su discurso de clausura de la Convención del Partido Popular constituye todo un programa para su partido y para el centro derecha. Habrá quien hable de radicalización. Lo que llama la atención es más bien la voluntad de situarse en el centro, sin que eso signifique –gran novedad- olvidar los contenidos que un partido como el PP está obligado a ofrecer a la sociedad.
España
El primer punto es toda una afirmación de la necesidad de defender la unidad de España. No hay ambigüedad ninguna: aplicación sin límite temporal del artículo 155, nueva penalización de los referéndums ilegales, ley de símbolos y cambios en las leyes para los partidos políticos. El PP deja atrás la nostalgia del bipartidismo y da un paso al frente para refundar el centro desde donde hay que hacerlo, que es la nación, lo que nos une a todos. De paso, se insinúa la base de un nuevo consenso interpartidista. Nadie tiene por qué quedar fuera.
Impuestos
Casado se compromete a bajar los impuestos y será difícil que no lo haga después de lo que se le dijo durante la Convención. El alma liberal del PP vuelve a la superficie. También lo hace con la promesa de transparencia en las nóminas, un compromiso para cualquier Gobierno futuro. De darse, sería un paso irreversible y, como el anterior, también constituye una propuesta negociable con los demás partidos.
Reforma educativa
No hay recentralización, pero sí elementos nuevos: evaluaciones públicas de conocimientos, enseñanza en castellano en toda España, erradicación del adoctrinamiento nacionalista “y del dogmatismo de la izquierda”, además de un MIR para profesores y maestros. Para sacar adelante todo esto, se necesitará una reforma a fondo de las estructuras administrativas. El PP vuelve a convertirse en el adalid de la libertad de enseñanza, incluida la concertada, que tan buenos resultados ha dado en todas partes. Importante, por la cuestión del empleo, la insistencia en la Formación Profesional y en las asignaturas de tecnología.
Natalidad
Se combinan aquí dos cuestiones. La primera, la defensa de la vida que corresponde a un partido como el PP, aunque sin llegar a la radicalidad que exhibió el gobierno de Rajoy en su momento. Lección aprendida. El otro es el problema de la natalidad, que requerirá un apoyo de amplio espectro a las mujeres y a las familias. Una propuesta estratégica, de largo aliento, que el PP enuncia con la ambición de tomar la iniciativa en un futuro pacto de Estado.
Eficiencia de la Administración
En este punto son muy de elogiar los buenos deseos de Casado acerca del adelgazamiento de la administración y la aplicación de formas de evaluación a los servidores públicos. En cualquier caso, se agradece la intención de contribuir a reducir el peso del Estado, así como la de suprimir las barreras idiomáticas contra el castellano.
Modelo autonómico
Casado deja bien claro que no está en su intención acabar con el modelo autonómico. Las ineficiencias se abordarán desde otro ángulo, el de la igualdad entre todos los españoles, aunque es posible preguntarse para qué existe el Estado de las autonomías si estas no tienen capacidad para aplicar políticas propias. También hay mucho que hacer en el restablecimiento de la unidad de mercado. El PP, en cualquier caso, no comulga con la nueva retórica jacobina de la derecha. Se agradece.
División de poderes, defensa de la ley
Casado retoma el proyecto de Ruiz Gallardón para volver a la división de poderes que los socialistas anularon en parte con su procedimiento, vigente desde entonces, para la elección de los miembros del Consejo General del Poder Judicial. Tras las vacilaciones iniciales, en el PP han comprendido que hemos pasado páginas. Casado se quita muchas hipotecas de una tacada. La misma insistencia en el cumplimiento de la legalidad impulsa el compromiso para combatir la violencia contra las mujeres, inequívoco en el PP (Casado evitó, con criterio, la terminología de género). El cumplimiento de las penas le sirvió para atacar una vez más los dogmas de “la progresía española”. La derecha española parece haberse liberado del respeto supersticioso al progresismo. El centro no es lo que les gusta a los de siempre.
Seguridad
La seguridad dio a Casado otra oportunidad de reprobar el “buenismo realista de la izquierda” en materias como Defensa e inmigración. Insistió en la cuestión de la frontera, en el respeto de la ley y a “nuestro modo de vida”, lo que introduce definitivamente la cuestión de la cultura y la identidad. También hubo un compromiso en cuanto al terrorismo: la exigencia de memoria y de respeto a las víctimas.
Política exterior
No era el momento para presentar una política exterior propia, pero sí para afirmar su necesidad frente a la inconsistencia del gobierno socialista. Los puntos clave son la Unión Europea, Gibraltar (que aparece por primera vez con tanta claridad), y el refuerzo del vínculo con Iberoamérica, además de la afirmación del compromiso contra los populismos y las dictaduras.
Globalización e innovación
En el último punto de su decálogo, Casado, en vez de preconizar un repliegue, proclamó su voluntad de aprovechar la globalización, luchar contra el cambio climático, combatir la pobreza y encabezar la transición energética. Casado y su equipo conocen bien la revolución tecnológica que estamos viviendo y reservarla para el último punto es signo de la importancia que dan a estos temas. Un buen punto para culminar un discurso patriótico y antinacionalista. Pablo Casado es desde ahora el nuevo líder de aquello que une y debería unir a los españoles.
La Razón, 21-01-19
Foto: La Razón