La libertad
La izquierda, es decir el PSOE, los podemitos y los amigos mediáticos habían medido mal la repugnante campaña que decidieron lanzar contra Isabel Díaz Ayuso. Se esperaban una nueva víctima dispuesta al sacrificio, enredada en las sombras tortuosas de su propio partido, atemorizada ante la batería de mentiras y calumnias vertidas con la suficiencia de siempre, la que le da a la izquierda española su hasta ahora indisputada capacidad para imponer sus criterios morales, ideológicos e incluso estéticos.
Fue un error histórico. Si la coalición que gobernará Madrid -y su aliado- actúan con tino, la izquierda puede pagarlo muy caro. Ha quedado pulverizado un tabú absoluto, vigente desde que Guerra insultaba, sin respuesta, a los miembros de UCD. Y el paso que dio ayer Díaz Ayuso no tiene ya marcha atrás. Ni Gabilondo, ni Errejón ni la representante de Unidas Podemos se recuperarán de lo ocurrido ayer.
Se equivocaron porque creyeron que tras la presencia dialogante y humilde de Isabel Díaz Ayuso había una persona apocada, sin carácter, incapaz de defenderse. Desde la primera frase quedó claro que no iba a ser así. Si la izquierda había elegido el terreno personal, se le iba a devolver. Y no sólo porque les esperaba la respuesta, personal, que nunca imaginaron. También porque Díaz Ayuso se reivindicó limpiamente, a cuerpo, como lo hacen los grandes. Lo anunció cuando dijo que sabía que la iban a “machacar”. Ahí estuvo la clave de todo.
Y se equivocaron también porque Isabel Díaz Ayuso es –y no sólo representa- un Partido Popular distinto, sin deudas internas que saldar. También es el rostro de una nueva situación política en la que prima una transparencia hasta ahora desconocida. Sin Ciudadanos, Díaz Ayuso no habría tenido la libertad que se tomó ayer. Y tampoco la habría tenido sin Vox, y no porque dependiera de ellos para alcanzar la Presidencia, sino porque son estos dos partidos –y en este punto muy particularmente Vox- los que han hecho posible esta nueva atmósfera. El Partido Popular ha tenido grandes dirigentes, personalidades de primera fila, pero todos respetuosos de un límite nunca enunciado, una línea roja marcada a fuego en el subconsciente, allí donde se respeta algo con lo que el sujeto no se atreve nunca a romper. Con la gran Isabel Díaz Ayuso al frente, esa neurosis –en términos clínicos- ha quedado superada. Enhorabuena, gracias y ojo con la tentación de mirar hacia atrás.
La Razón, 15-08-19