La nueva izquierda
La presencia de Otegi en el Parlamento Europeo era seguramente difícil de evitar. No por eso deja de ser una infamia que abofetea los principios políticos de humanidad y de derecho sobre los que se levantan, y que tienen que defender, las instituciones de la Unión Europea. También es el signo de una reelaboración de la memoria del terrorismo. Convierte a los asesinos, los mafiosos y los torturadores etarras en héroes de la paz y la libertad. Vomitivo, como siempre lo fue. Y por si todo esto fuera poco, también es la consecuencia de la aparición de una nueva izquierda en nuestro país.
Hasta ahora, por grande que fuera la afición de los socialistas y los comunistas al guerracivilismo, el terrorismo era en general un tabú, que sólo transgredían los nacionalistas, de izquierdas y de derechas eso sí. La invitación a Otegi de Podemos y de lo que queda del antiguo comunismo español revela que la izquierda de ámbito nacional ha mutado. Estamos ante un nuevo escenario en el que una parte muy considerable del electorado considera aceptable el uso de la violencia y lo legitima retrospectivamente, al tiempo que ya ha “deconstruido” la Transición porque aseguró la continuidad de la dictadura de Franco en una (falsa) democracia.
Esa es la realidad política española, que tiene poco que ver con lo que hemos vivido hasta hace menos de cuatro años. Son muchos los factores que han contribuido a esta nueva situación. La crisis, en primer lugar, pero también la afición del PSOE a minar la posición del adversario de centro derecha, que culmina en el infame insulto con el que Pedro Sánchez obsequió a Rajoy en un debate televisivo. Los socialistas debían haber previsto que puestos en esa tesitura, era su propia posición la que acabaría siendo deconstruida. Llamar fascistas a los demás tiene gracia hasta que te lo empiezan a llamar a ti, que es lo que Pablo Iglesias hizo en el famoso pleno de no investidura. Así se ha llegado a la exaltación de Otegi como hombre de paz… respaldada por millones de “ciudadanos” españoles.
Ahora habrá que afrontar las consecuencias de los propios actos y asumir posiciones responsables que permitan recuperar el terreno perdido. La única forma de hacerlo es que los partidos nacionales democráticos despejen con claridad la posición propia y la parte de esta que es común a todos ellos: la Constitución, los derechos humanos, la Unión.
La Razón, 29-04-16